miércoles, 23 de febrero de 2022

State of the Union. Primera temporada.

Pintas y vino, y esperas en una mesa, y por supuesto que no puedes cagar en una casa que no sea la tuya. Ni en el trabajo. Kant y niños y castigos y mierdas varias. ¿Hornby era esto? ¿Hornby ha quedado para esto? La responsabilidad compartida y los chascos, y los atajos en las relaciones. Todo mentira. Incluso las matemáticas. ¿Qué supone la repetición del pecado original? ¿Reescribir la Biblia? Nada de 100 metros, nada de maratones, nada de Usain Bolt: aquí estamos con lo de Fermín Cacho, siempre con Fermín Cacho. O con Abel Antón. ¿Pero qué queda cuando no queda nada? ¿Juego de tronos? ¿Existió Juego de tronos después de la segunda temporada? ¿Enfermedad? El dinero, el trabajo y hacer el trabajo propio de tu sexo: siempre ganar. El bien, el mal, lo injusto y lo tramposo. Vivan las conversaciones en los bares. ¿De qué hablar si no hay nada de lo que hablar? State of the Union es una farsa teatral, una mentira contemporánea, una canción con buen estribillo sobre el desamor con facturas, terapeuta y ruido de coches y vajilla de fondo. La terapia, esa forma de perder tiempo, dinero y retransmisiones televisivas. Y nada como la comparación del divorcio y el Brexit (otra vez). Burocracia de día a día, de compras de rúcula y suposiciones de entrecot diario. Y de atocinar la vida, que nos hace falta más tocino. Nada como compararnos con los demás, nada como perdonar la vida cuando llega el apocalipsis sin San Juan. Y recordar la patada del holandés a Xabi Alonso, y de ese tipo al que te puedes encontrar en la graduación de uno de los tuyos y que comparte algo con una e y una equis. “Siempre puedes imaginarte vidas mejores que la que tienes”. Y más frases con las que pensar sobre si volver a la soledad después de compartir vida y criar hijos es bueno, malo o manifiestamente mejorable. Hornby no es el mismo Hornby pero sigue teniendo algunos momentos de lucidez. O no. O quizás, reflexionar sobre morir solo, pensar en infartos y morir en accidentes, y todas esas preguntas que, de vez en cuando, entre pintas y vinos, salen a relucir, y a nombres del pasado, y pactos de muerte que no se cumplen o no se cumplirán, compartiendo o no residencia de ancianos. Comer verdura y series de comadronas y temas de conversación y películas en blanco y negro. El futuro, salir adelante y eufemismos baratos para rellenar minutos de conversación. Esperaba muchísimo más.

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