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miércoles, 1 de febrero de 2023
Litvinenko. Primera temporada.
¿Qué no es una historia real relacionada con Putin? Litvinenko es una pequeña historia, una anécdota dentro de un océano de maldad, dentro de un universo infernal. Ahora, gracias a las hemerotecas, todo es más fácil de relatar, todo más recreable, todo es vómito prieto del día de Todos los Santos de 2006. Lo que paso esos días después en la historia de Litvinenko es bien conocido, pero no está de mal recordar el poder del mal, que decía el hombre de la camisa verde. El poder del mal siempre disfrazado de plan b. “La verdadera razón por la que nadie quiere el caso es porque piensan que este hombre ha perdido la cabeza”, dicen los dos policías a los que le han cargado el muerto todavía vivo. Nada como saber los días que te quedan de vida. Vivan los espías y los exespías. “Si está chiflado, es el chiflado más coherente que he visto en la vida”. Nada como garantizar lo que no se puede garantizar. Y como ya todo parece un capítulo de Line of Duty, a grabar se ha dicho, a contar y sumar y darle al botón rojo. 18 de noviembre. Nada como tres semanas de agonía para un cuento de terror. Nada como un asesino para ser asesinado. Corrupción, corrupción, corrupción. Y nada como una foto en la prensa para vender lo gótico contemporáneo: “Desde Rusia con ardor”. Y el recuerdo de los cumpleaños de Putin, y las analogías con las fábulas de un loco con mucho poder. Análisis y Polonio 210. “Voy a morir, pero voy a morir siendo libre”. Lo peor de todo es que pese a todos los esfuerzos, todas las evidencias, la serie (la vida) deja una desazón terrible, una impotencia total ante el poder putinejo. Da igual todo, porque todo, para ciertos ojos, es mentira. O para todos los ojos. Una historia triste bien resumida.
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