sábado, 4 de marzo de 2023

Fauda. Cuarta temporada.

Empieza Fauda con un ritmo trepidante en esta cuarta temporada, con otra emboscada dentro de la emboscada que es aquella tierra elegida por los dioses, aquel pueblo elegido por los dioses, pero que ha instalado a los demonios en la tierra y vive inmerso en el peor de los infiernos. Y en Bruselas todo es posible, casi como en un campo de refugiados de Yenín, casi como en el Líbano. Hermanos en la guerra, pasado obtuso que se tuerce con un poco de arena en la cara o con una boda en la que reencontrarse. Agentes dobles en el interior de Hezbolá. Viva Bélgica. Y los jeques. Y los mentirosos. Y los ultras: “Tuve que elegir entre tenerte como amigo vivo o compañero muerto”. Viva la capacidad de elegir, los falsos agentes dobles, las palizas en nombre de una guerra santa. Vivir fuera de tu ambiente, de tu hábitat natural, fuera de tu colmena con el aguijón encendido. Y hasta los fieles se convierten en los peores asesinos. Y el cambio de cromos, y el miedo a lo que puede ocurrir, y los fantasmas del pasado hechos DVD. O imágenes que olvidar. Nombres y direcciones, miedo dentro del miedo, escaques que ocupar con piezas destinadas a la muerte. Hombres convertidos en ratas y miedicas, en niñas pequeñas escondidas. “Si vas a hacer algo malo, hazlo bien”. Y pasaportes españoles para escapar. Venganzas de sangre. Dudas familiares. Barrigas en duda. Dudas al poder. Y los altos del Golán. Pese que hay mucho morralla hasta el capítulo seis (casi como si de un caldero se tratara), luego se acelera el asunto y la tensión hace a esta cuarta temporada digna heredera de las anteriores. Y la figura de Ron Arad en el horizonte. Y la utilización de los cadáveres, banderas en busca de viento, giros que acaban llevándote al boca del infierno convertida en pocilga. ¿Solución? ¿Posición ganada en ese ajedrez en el que es imposible ganar? Esos últimos capítulos dan mucho que pensar, sobre la decepción y la duda, sobre la posibilidad de la derrota infinita, de un giro a un mañana aún más cabrón pese a que el hoy ya es un verdadero hijo de puta. Y sí, "hasta a las mejores maletas le fallan las ruedas".

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