miércoles, 17 de mayo de 2023

La mala víctima

“Lo que se lee gratis no se valora”. Todo es mentira, pero hay mentiras que no valoramos lo suficiente, porque con tanta información no siempre pasamos el filtro. El gran filtro. La mala víctima (de la que esperaba más) nos lleva a ese ajetreo de los veranos en los que no hay noticias en plural hasta que llega una en primera persona femenina singular y nos estampa un sopapo en la cara. Una muerta. Una muerta guapa. Una muerta guapa en verano tira mucho. Pero ahora todo son clics: “Uno de los medidores de su trabajo, además de la credibilidad, eran los clics”. Los putos clics. Pero esa mirada de Landaluce y Belmonte, o de Belmonte y Landaluce, nos lleva a esa información que no solo es sensacionalismo, o amarillismo, o Margarita con pipa de las que salía en la tele los lunes por la noche (¿tan mayores somos?). Quizás demasiado mayores, y no queremos asumirlo, porque “las gilipolleces se exportan muy bien”. O demasiado bien. Y como todo se resalta entre pájaros y sitios de fotos, “el sóviet más ideologizado de las redes sociales” es el que manda, el que manda en todo. Recuerdo cuando empecé el segundo ciclo de periodismo en 2008 lo mucho que me aburrió ese principio de curso hasta que en febrero decidí abandonar, entre profesores que dictaban y dictadores que se dedicaban a la docencia sin vocación (como casi todos). Decía García que se sorprendía (y mira que hace años que no está en la radio) de los pocos alumnos de periodismo que iban con periódicos bajo el brazo cuando llegaba a las facultades a dar conferencias (ahora, ni Dios). Deja buenas frases La buena víctima: “Ahora el comprador de periódicos era un espécimen raro y en peligro de extinción”. Un bicho. Un alien. La mala víctima va también de inseguridad y miedo, de élites convertidas en chistes y en chistes que no puedes soltar porque se malinterpretan. O no se entienden, y se prohíben, y se malentiende la palabra alcohol y diferenciar, como dicen en la 93, entre fama y relevancia. O relevancia y fama, que ya no me acuerdo. También ponen en una misma frase a la vez cariño y finiquito. La gran mentira del periodismo se resume en que “el éxito del periodismo es ser oportuno”. Bendita palabra la oportunidad, y el aceite perdido del Prestige, y los que parecen Carrère y no lo son, aunque El reino nos llevó a un nivel superior y como “el morbo es directamente proporcional al miedo”. Con La mala víctima recordamos a Dexter, y a Walter White, y aprendemos sobre el GHB (¿eso existe?), y sobre el midazolam, y sobre esas familias del Hola (o que creíamos del Hola) y que han quedado para un rato de Sálvame (aunque no sé de que color). Y mucha razón con lo de “criticar une mucho”, o como decía el amigo Segura, esos “cítricos” que te amargan y a la vez te dan vidilla. Y esas habitaciones convertidas en reboticas, y como, a veces, “uno confiesa lo menor cuando lo acusan de lo mayor” (gran invento el de las confesiones, incluso antes de las bodas con esos curas mirando al techo). Y ese vocabulario que ahora utilizamos todos para los presuntos, presuntas y presuntes: “Presunto es una palabra con tantas capas de polvo que a los ojos del público no significa nada”. Bueno, casi nunca. Y si hay que recordar el Jeremy de Pearl Jam, se recuerda (aunque siga siendo mentira, o casi mentira como todo lo que sale en los periódicos): “El periodismo es publicar aquello que no quieren que publiques”. Y la peste (vulgo, olor desagradable, como el humo que entraba hoy por la ventana de clase), siempre llega, en forma de novela o de epidemia, y te pilla en la habitación contigua o en el ascensor: “Los invitados, como los muertos y el pescado, huelen a los pocos días”. Y la idealización de los malos recuerdos, casi siempre de la mano de los primeros jefes (eso si que se merece una buena novela, la de los malos jefes), y las empresas familiares convertidas en cortijos con pies de barro y fachadas que parecen relucientes y solo son barniz de los que utilizaban los viejos marineros en sus más viejas barcas. Y contar, y volver a contar, y comparar la justicia, la creatividad y la contabilidad (¿sigue siendo lo mismo?). Le digo mucho a mis alumnos que pensar te mete en líos, como en Casi famosos, y en La mala víctima nos dicen las autoras que “las cosas a veces salen mejor pensando menos y confiando en el instinto”. Y decir adiós a eso que piensan los demás, porque “la moral está muy bien, pero lo que a ti te convenga está mejor”. Un buen libro para recordar que muchas veces, las cosas no son como parecen, pero otras, hilando y no solo en Twitter, es mejor ir de víctima, aunque sea mejor hacerlo con el periódico debajo del brazo.

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