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jueves, 12 de abril de 2012
The Shield. Quinta temporada
Siempre se cumple: todo es mentira. Las mentiras que sólo te hacen liarla más. Y no valen las buenas intenciones. El infierno, después del parto, está lleno de buenas intenciones. Y, una banda, se rompe antes o después. Grietas, filtraciones, agua que chorrea del circulo infernal anterior o posterior respecto al número premiado en el Sorteo del Gordo de los Hijoputas. Y, hablando de cabrones, o hijoputas, o individuos varios, en esta quinta temporada de The Shield aparece como teniente de asuntos internos, ojo más abierto ojo menos abierto, Forest Whitaker, jodiendo a la banda de Vic por sus innumerables jodiendas anteriores. Todo es mentira en la vida, hay asesinatos sin asesino en la cárcel, hay dinero de mafias y hay, sin Mulholland Drive una Laura Helena Harring que decide defender a Vic y sus secuaces [y sin sofá y sin Naomi Watts]. Y esa familia/banda/clan/tribu, antes o después, se pone a mirar a provincias de Ultramar, o a México, o Méjico como decía nuestro profe moribundo de Historia de América, o a Cuenca, cuando todo se desmorona. Y cuando el dinero escasea, salen los más bajos instintos, y no hay reglas, ni ubicaciones temporales, ni opciones de plan beta, ni etiquetas pegadas a las botellas. Las apuestas son imprevisibles como los reflejos en los cristales rotos, siempre aparece el rayo verde en el peor momento. Los incompetentes vuelven a mostrar el principio de Peter, aunque, dado el nivel intelectual de algunos, puede ser confundido con el principio de Hanlon. Hay días que los perros escapan de zoonosis y se muestran tal cual, recordando a sus padres y madres, conocidos o no, sacando colmillo a velocidad de Titanic hundido. Y, en mitad de ese infierno, confundimos el yogurt con la cocaína, entre los principios equivocados y todo lo demás. No sé si esta antepenúltima temporada de The Shield, escudada en dolores con iva incluído, será mejor o peor que el resto, ya no sé poner en la balanza las maldades porque estoy demasiado acostumbradas a verlas cuando salgo de la residencia catastral. El espíritu cupidiano es un truco de marketing, como tantos otros. No hay nada que creer porque la mentira está instalada como las pistolas en Borbolandia. Y a los psicópatas no se les puede numerar, no hay números para tanto imbécil recalcitrante. Pues eso, que entre carne y sangre, todo se sabe menos la verdad. Y punto.
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2 comentarios:
En las series es todo mentira, pero siendo mentira, pueden ser un reflejo de la realidad o quizá no, depende de lo que se trate.
CODA: Muchas veces con buenas intenciones se puede meter la pata hasta el fondo, dímelo a mí, mea culpa.
De eso que hablas no es importante. Estos individuos en la serie son cabroncetes. No te preocupes.
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