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viernes, 8 de abril de 2016
Todo en él funciona a vapor
En mitad de la Feliz Gobernación, sin mandarines, ni mandarinas, ni naranjas, ni payasos en mitad de la lavadora, fotografías de enciclopedias nos enseñan donde debemos estar. En mitad de la Feliz Gobernación, sin naranjitos ni capullos de flor en mano, el sueño se desvanece. En mitad de la Feliz Gobernación, a dos meses y dieciocho días, el paripé y la tomadura de pelo ya son incontenibles. En mitad de la Feliz Gobernación, no hubo sino un recordatorio para ti: olvidar las palomitas y los relojes, olvidar El viejo y el mar en un autobús a ninguna parte. En mitad de la Feliz Gobernación, sin David Foster Wallace que resucitar, perdimos el norte, perdimos latitudes (casi) olvidadas. En mitad de la Feliz Gobernación, no veo sirenas ni minutos de sed de champán. En mitad de la Feliz Gobernación, no hay llamadas perdidas, ni Natasha K. a la que encontrar en pesadillas. En mitad de la Feliz Gobernación, por no tener no tenemos ni Música de mierda, ni ensayos canadienses sobre los que especular en mitad de la sobriedad. En mitad de la Feliz Gobernación, solo con segundos en el contador sin Pinto ni Rivas ni partidos de Tania independiente, la mentira se hizo realidad. Y todo lo demás.
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