lunes, 31 de julio de 2017

Broken. Primera temporada.

Dramón de los buenos el de la primera temporada de Broken. Suicidas, hija que tiene a sus madre tre días fallecida para cobrar la pensión, enfermo mental con conductas suicidas y, en medio de ese berenjenal, un cura. Un tipo atormentado por su pasado y por su moribunda madre. He de reconocer que dejé de verla por unos días. Demasiado dura. Demasiados bofetones en tan poco tiempo. Demasiados golpes de boxeador en tan pocos minutos. ¿Qué puede y qué debe decir un cura desde su altar? ¿Qué puede criticar? ¿Qué debe resaltar? En este caso, este sacerdote, atormentado por su pasado, por su doloroso presente, dice algunas cosas que le cuestan fieles. Pero debería ir más allá. Debería ser más crítico. No solo vale con jugar una doble baraja, no solo vale con el buenismo del intermediario. La vida es muy hija de Satanás, pero hay que hacerle frente cueste lo que cueste. Las palabras se van. Quedan los hechos y la intención. Es cierto que el Infierno está lleno de buenas intenciones, como dicen los mediocres críticos cinematográficos. Pero no es un lugar físico, como tampoco lo es el Limbo o el Cielo. Todo esta aquí y todo está ahora. Reflexión sobre si hacemos las cosas por deber o por amor. Reflexión sobre la pérdida. Grandísima reflexión para los que tienen la brújula en condiciones y para los que están perdidos de por vida. Y todo lo demás, también.