miércoles, 14 de agosto de 2019

El cuento de la criada. Tercera temporada.

Empieza la tercera temporada de El cuento de la criada con esa premisa de escapar o quedar, de huir o encerrar la cabeza en la madriguera. Pero hay que esperar la oportunidad para llevar el pack completo, que ya está bien con una parte de la familia separada. Empieza con fuegos físicos y fuegos interiores, casas hechas cenizas y vuelta junto al autor intelectual de una escapada anterior. O eso parece. Y esta temporada es de venganza mientras te obligan a hacer asuntos que no quieres hacer. Pero la pregunta debe ser la siguiente: ¿Qué cantidad de cosas hacemos sin motivo aparente en la vida? Más de la cuenta. Aquellos fascismos/comunismos/totalitarismos trajeron estos trajes, estas huidas, estas cárceles y estas sogas en el muro. O tal vez, no. Tal vez la rebelión diaria está castigada por los poderes establecidos y levantar la voz esté mal. Muchos pensamientos tras esta tercera temporada de El cuento de la criada. Demasiados. O pocos. ¿Cómo cuantificar el dolor? Otegi lo ha hecho y luego ha reculado. Con los asesinos y las bestias, pasa eso. Siempre. Antes o después, viene Berlín 1945. Antes o después, nos pillan los rusos. Muchos rusos y con mucha gana de asesinar. Es lo que tiene la Historia, la Historia ficción, la ficción y la distopía. Pero como siempre, debes pensar si te están utilizando (otra vez). Momentos nos deja también que nos llevan a lo peor de los totalitarismos (póngale la etiqueta que quiera comunismo, fascismo, gileadismo), recordando al niño balsero Elián. Viva lo que sea, pero libre. O no. En momentos determinados de la Historia hay que elegir bando. Sí o sí. No queda otra. Elegir. Colaborar o luchar, hacer(se) selfies con terroristas o apoyar a la resistencia, dar tu vida por los demás o vivir a cuerpo de lazo amarillo, de vestido rojo, de camisa estalinista, de duceísticas esvásticas. ¿O era al revés? Coda: Al final nos van a hacer falta los pañuelos y todo, Ada. Será que me estoy haciendo un blando.

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