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jueves, 26 de diciembre de 2024
Specials Ops: Lioness. Segunda temporada
Empieza Taylor Sheridan dejando claro al principio de la segunda temporada de Lioness que todo es un western. TS saca músculo, literalmente, y enseña tatuaje: “Cuidado con el viejo soldado, es viejo por algo”. En este western contemporáneo, de cazadores, no hay medias tintas porque aquí no vale la diplomacia, ni falta que hace. Mejor eso que “no tener que aprender ruso o chino”. O eso, o “el comandante sufre las faltas del soldado”. Y es verdad que las casualidades no existen porque “todo mejora cada día”. Y por las cabras no se para. No se para. No se. No. Luego llega la sangre por la nariz, la arena, Iraq y todo territorio que es abandonado a su suerte. A su puta suerte, porque “ la misión es digna y ejecutarla salva vidas”. Pero en esa mentira, “no existe la guerra moral y no existe lo justo”. Pum pum. Apostilla TS en voz de la protagonista: “Solo existe la supervivencia y la rendición. Pregúntale a los que van a conciertos en Israel o a un niño de 8 años en Gaza. Si eso es posible”. O no. Mejor no preguntar, porque las cuentas salen fáciles: “Hay un 5% que son santos; un 5% que son malvados, de alma, pura maldad; el otro 90%, son ovejas, siguen a cualquiera que tenga el control”. Y puestos a entrar en la Vereda, sin Mergos pero con traficantes en la familia, nada como retratar el asunto desde la perspectiva de los genes: “La primera señal de que un imperio está decayendo es cuando su pueblo cuestiona las instituciones sobre las cuales se construyó, la estructura de gobierno, las iglesias, los colegios. Rechazan a Dios porque los emperadores empezaron a creerse dioses y las personas se hacen tan ricas que también se creen emperadores al mismo tiempo y que son demasiado para desempeñar los trabajos que constituyeron el primer imperio. Así que, subcontratan esos trabajos y abren las fronteras para permitir que gente desesperada haga los trabajos que ellos son demasiado ricos para hacer. Después llega la culpa por tanta riqueza, pero aún así, el imperio prospera. Luego se cuestionan así mismos, y, después, rechazan todo lo que levantó el imperio en un principio: destruyen sus propios símbolos, se atacan como si fueran un cáncer, atacan a aquellos que protegen el imperio y a ti por protegerlo. Y los lobos llegan. Y todos los que vivían como emperadores conocerán el sufrimiento del que se culparon por crear y serán masacrados. Y un nuevo imperio nacerá de sus cenizas y el ciclo volverá a empezar”. Y la leche y los sucedáneos y lo que se hace pasar por leche cuando no es leche. Pero todo es mentira, hasta las noticias: “Las noticias dejaron de serlo cuando empezaron a emitirlas las 24 horas, son un pasatiempo, y uno muy malo”. Y apostilla Morgan Freeman acorbatado: “Bufones de la corte que han caído en desgracia con el rey. Ahora se burlan de la propia corte. Y dentro de nada empezaran a corear que les corten la cabeza, y lo saben. En una década ningún pilar del periodismo existirá en su formato actual… Ya no informan de las noticias, nos dicen lo que creen que son las noticias. Y la opinión que tenemos que tener sobre ellas. Los estadounidenses siempre han sido crédulos, pero no estúpidos. Mienteles mucho y no te creerán cuando les digas que sale el sol”. Rusos, chinos, iraníes… Claro, claro, porque todo es muy claro: “Si el diablo te enseña sus ases, piénsatelo antes de jugar tu mano”. Fentanilo, cárceles, lo que es y lo que parece, los términos medios, razones para seguir en el mismo helicóptero o para mentir con mayúsculas. Siempre hay un plan b, un plan z, y una lámpara en la que es difícil volver a meter al genio: “Los monstruos son los que ofrecen los mayores sueños”. Pero como bien decía alguien, “no puede haber confianza con secretos”. O lo que sea.
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