viernes, 27 de diciembre de 2024

El mejor del mundo

Escribe Juan Tallón en los agradecimientos de El mejor del mundo que “nunca hay que perder la oportunidad de complicarse la vida”. Este curso, con mis alumnos de Formación Profesional Básica, de Mantenimiento de vehículos y de Electricidad y Electrónica, repito mucho que se olviden de lo que han hecho hasta ahora, de su maleta, de su pasado. Que todo es mentira, y que lo que cuenta es el ahora. O ahora. Unos se ríen, otros no se enteran. El mejor del mundo es una buena mentira bien contada. Escribe JT en la página 253: “La naturaleza en el fondo de todos los hombres es cambiar, no ser durante mucho tiempo el mismo”. Como todo es mentira, a esos mismos alumnos, les digo que deben saber estar ante el cliente, y sobre eso, Tallón escribe en EMDM: “Saber estar es un arte que se cultiva desde pequeño o ya nada”. En esta novela, como en la vida, se trata de reinventarse a base de estudiar, a base de creer en lo que aparece cada día, a base de matar lo que tengamos que matar, a base de recrearnos con las satisfacciones nuevas o llorar por las meningitis del pasado. No podemos gastar ni un segundo en tonterías, le digo mucho a mis futuros electricistas y a mis futuros empleados de taller, porque no podemos permitirnos “pérdidas de tiempo en una vida que todo el mundo coincide en calificar de corta”. También he hecho con estos alumnos cartas de presentación, currículums, entrevistas de trabajo simuladas en esta historia educativa que es tan mentira como la vida misma. El mejor del mundo nos lleva a preguntarnos si el protagonista, con su cambio de guion, es mejor antes o después del inesperado cambio. ¿Sinceridad? ¿Seguro? Escribe JT que “vivir siendo sincero exige una gran voluntad”. Y añade, hablando de mentiras, que “muchas veces esas son las alternativas: o la verdad o la nada”. También reflexiona el autor sobre lo que hacemos por placer o por obligación (la bebida), sobre el ridículo que hacemos sin querer, sobre lo que nunca pasa de moda (la droga), sobre las creencias atemporales (el pulpo), sobre lo que hermana (el dinero) y sobre el diablo convertido en máquina (eso se lo tengo que recalcar a mis alumnos). Pero como todo cambia tanto, y casi siempre a peor, mejor no pensar, porque como dice JT, “la vida, piensa, es pura nostalgia de un día diferente”. Y en estas estamos, con este libro acabado y sin saber si es bueno o muy bueno, como tampoco sabemos mucho de lo blanco o lo negro: “No sé si decir bien o mal. En algunas situaciones bien y mal se parecen tanto que cuesta decidir qué es qué”. Ya puestos, llenemos la despensa, llenemos el desván, llenemos el trastero, porque no sabemos hacer otra cosa en esta vida de mentira: “La historia del mundo, de las personas y de las sociedades en su conjunto era casi siempre una historia de acumulación”. El mejor del mundo nos lleva a esas historias mitad sueño, mitad problema. O solución. O idea equivocada, porque “algunas ideas no son más que el registro de lo que pensabas un día en particular”. Aunque al final, caemos en la tentación de la repetición, de volver al lugar del crimen, de recrearnos en esa cicatriz que nunca cierra y que volvemos a infectar, porque “lo malo es cuando no tienes batallas”. Y El mejor del mundo es una buena batalla. Y este libro, lo he pensado mejor, es muy bueno.

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