martes, 25 de marzo de 2014

Vigilia y dimisión

Eso es lo que nos espera el viernes en el reino valcarcil. El político y Bruselas, un tipo perdido entre dos siglos que ha oscurecido a su región hasta límites insospechados. Están las alas de los cuervos; están los sobacos de los grillos; al final, muy al final, en el más oscuro de los pozos, en el acuífero de cieno más asqueroso que puedes imaginar, nuestro reino. Menuda manera novelesca de decir adiós. No valía un chaíto. No. No un adiós cualquiera. Dejas luces y sombras, aeropuertos de rejón peatonal. Personaje inclasificable este dimisionario, un seudotramposo que se cree que nos engaña pero no lo hace. Ya, estas alturas de la ciénaga, no nos engaña nadie. Están los que se dejan engañar, por supuesto. Podrían traer a Martín Villa y ganaría, por supuesto. O poner a un fantoche. Menuda pintoresca manera de abandonar el barco que hace agua. Podríamos recordar a San Pedro, la sentina de la nave, al más estilo perezrevertiano. Pero no hace falta. Con zascandiles no. En la manipulación profesional en que se convirtió la política actual, cualquier integrista tiene prestigio. El humo, el montón de humo, el testamento, las copitas, las agendas que tienen un peso inclasificable. Pues eso, que nos amañaron el pasado. Hagamos algo para que no nos jodan también el mañana.

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