domingo, 17 de diciembre de 2017

Babylon Berlin. Segunda temporada.

Vuelve el asunto del tren por todo lo alto en la segunda temporada de Babylon Berlin. Y si hace falta saltar(se) el Tratado de Versalles, nos lo saltamos. Y si hay que reencontrar(se) en la capital con la familia, nos reencontramos. Y si hay que enterrar a una madre, pues se la entierra. Apuestas ilegales, peleas de perros, pasadizos sin luz, medicinas reconciliadoras, entierros que no acaban nunca. Es una segunda temporada de tinieblas y desentierros, de barro y disparos en escaleras, de números y vuelos primigenios de avión, de comunistas que meten mano a sirvientas en los cines, de manifestaciones y premios Nobel de la Paz, de humedales y preñadas, de sangre en las calles y de enfermedades que mutan, de visiones nocturnas con barro en las manos, de vómitos y tormentos, de alianzas rusogermánicas, del abandono de Dios en la Tierra, de árboles sin raíces y de padres que piensan que tuvierno mala suerte con la descendencia, de corbatas y sombreros, de músicas para pagar entierros ajenos y movimientos pélvicos que repercuten en el pasado. No deja títere con cabeza la Babylon Berlín con esta entrega. Y no se puede permitir que unos socialistas le pongan moscas a los militares, los cuales no sueltan prenda sobre sus estrategias. Reuniones y teatros, obras y diplomacia, disparos aprovechando la lírica. Conspiraciones y señales, acción y armas, el día de la picota. Ríete tú del 23F. Hay que acabar con la democracia y poner el Estado en manos del Ejército, y acabar con la república y que vuelva el Káiser al poder... ¿Utopía? ¿Punto decisivo de la historia alemana? ¿Viva el Káiser? Operaciones secretos. Ejércitos en la sombra. El miedo a volver a 1918. Mierda sobre mierda. Asesinatos a la luz de la luna y a la luz del sol. Impunidad. Matrículas reconocibles. Persecución al bolchevique. Muchas salsas y ninguna, o, casi ninguna, buena. ¿Cruz verde? Frío para sacar los más bajos secretos. Cocina y congelación. ¿Se puede cooperar con el enemigo? Y medicinas que cambian, de oral a intravenoso, y tormentos interiores que van a peor. Y el ministro francés de exterioresen Berlín en el Día de la Picota. Y los Premios Nobel de la Paz. Y el peligro de intentar mantener la democracia. Y la historia del oro, siempre presente. ¿Es posible que un empeño personal frustre un pronunciamiento? ¿Tantas ansias tenía Alemania por un golpe de estado? ¿Tanto miedo? ¿Tanto oro encisternado? ¿Tanta bomba por explicar? ¿Existe el sueño alemán? ¿Nos viene bien de vez en cuando un poco de tacto prusiano? ¿Hace falta extender la teoría de la conspiración a todas las series? ¿Pasar del comunismo al nazismo era solo cuestión de cambiar de uniforme? ¿De verdad podemos unirnos a una causa no justificada? ¿De verdad un 4 de noviembre de 1918 da para tanto? ¿De verdad no reconocerías a tu hermano a las primeras de cambio? ¿De verdad un vendedor de armas en cantidades industriales puede limpiar su alma con una fundación de mierda? ¿De verdad podemos respirar tanto debajo del agua? ¿De verdad una muñeca ha de ser acostada en la cama de su dueña? ¿De verdad se puede tomar el pelo al personal jugando una doble vida? ¿De verdad (cómo decía Volpini) el Diablo es un agente doble al servicio de la Providencia? ¿De verdad es tan buena la segunda temporada de Babylon Berlin?

2 comentarios:

Eme (Nada que ver con eme dj)) dijo...

Yo creo que Dios no abandona nunca, ni siquiera en la peor de las situaciones, ni siquiera cuando no entendemos nada, cuando las cosas escapan a todo razonamiento lógico y queremos saber el porqué de todas las situaciones. El problema es que no aceptamos que somos seres limitados, que si supiéramos todo y entendiéramos todo, las palabras fe y confianza no tendrían sentido porque no nos harían falta, yo creo que la vida es un aprendizaje, que todo tiene sentido aunque no seamos capaces de verlo y que lo que yo crea o deje de creer es relativo porque existe una realidad objetiva por encima de lo que yo piense o deje de pensar.

supersalvajuan dijo...

Buen argumento