Hace 48 minutos
martes, 24 de diciembre de 2019
Mr. Robot. Cuarta temporada
Cuando empiezas la cuarta temporada de Mr. Robot esperas catarsis desde el primer minuto. Pero eso es imposible. Oscura y tenebrosa (como casi siempre), con un tiro en la sien para empezar, Mr. Robot va cerrando círculos, explicando pasados de países con rosas blancas y corazones oscuros, metros que no llevan a ninguna parte y jodiendas con vistas a una Navidad que se acerca pero que sabes que es negra. Y en Mr. Robot, para acabar, esa catarsis le da hilo (negro, bien negro), desde el cuarto episodio de la cuarta temporada. A partir de ahí (vaya cuarto oscuro), sin frenos baja el Tourmalet... y lo que Ocaña hizo después de la ruina y los vinos y todo lo demás. Esos encuentros que no llegan a ninguna parte, esa jodida música navideña antes del Apocalipsis. Rutina antes de Nagasaki. Mr. Robot, desde ya, en los altares. Y luego pensar el lugar del que eres y el lugar en el que deberías estar. O tener que olvidar sin querer olvidar. O una patada en una bañera. O gordas taxidermistas vendidas al lado oscuro de la fuerza. O no. Todo es mentira. Socios, colaboradores y pensamientos obtusos. Y esos actos del octavo capítulo. Para ver, volver a ver y lo siguiente. Y el rayito de esperanza, escalera arriba, escalera abajo, puede funcionar. O no, pero está ahí. Es posible, tanto o más que alguien te recuerde Los tres días del cóndor. Ideas, arenas movedizas, conspiración mundial, RBP (ricos blancos pendejos para todos). Para todos. El Infierno sigue lleno de buenas intenciones, y el dinero no lo es todo. Pero casi. Y mirar(te) al espejo y buscar un plan b, buscar una alternativa a la jodienda que se supone que te mereces (o te han obligado a merecer). Pero quizás exista un mínimo de justicia social (¿poética?), de posibilidad de equilibrar la balanza, de que todo no sea dolor y rechinar de dientes. ¿Es posible redistribuir la riqueza? ¿Es utópica nuestra existencia? ¿Qué pijo hacemos perdiendo el tiempo? Y esos tres últimos capítulos en los que te das cuenta (otra vez, enésima potencia) de que todo vuelve a ser (en su bucle) mentira. Mentira podrida. Todo. Todo. Todo. Una puta mentira institucionalizada (o no). Puta mentira. Canciones repetidas, años atrás, en mitad de la mentira. Y retinas y lágrimas y todo lo demás.
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