jueves, 24 de agosto de 2023

Círculo cerrado. Primera temporada.

Al principio de Círculo cerrado no sabes si hay que tomar el asunto en serio o todo es una tomadura de pelo. Si pasas, como en Elige tu propia aventura, a tomártelo en serio, quizás te pierdas con tanta curiosidad y sin apuntar frases memorables; por el contrario, si te pones en plan Guy Ritchie, y piensas en tipos de Guyana, en ritos chamánicos, en chinos con bolsas de dinero multiplicadas por dos, es que no estás en Círculo cerrado. En esta primera temporada de CC no hay medias tintas, pero todo tiene su tiempo de tinte: primero compras en el supermercado el tinte; luego te pones los guantes de un solo uso; al final, pones ese mejunje en la cabeza de alguien para tapar canas, pero, es verdad, que a nadie le quedan tan bien las canas (lo de dice Claire Danes, su esposa) como a Timothy Oliphant. Con esa musiquilla de Zack Ryan de fondo, mitad entierro con sofás en primera fila, nos vamos metiendo (si es que hemos seguido la primera de las opciones en ETPA) en un berenjenal que incluye a un Dennis Quaid con coleta metido a Chef (sin oso pero citando CD, su hija, a José Andrés), metiendo a tíos cojos con pasado oscuro, a gentes de mal vivir y peor pasaporte, a personajes que no tienen nada que perder porque no tienen nada, en ese berenjenal que tiene mucho de adictivo y maquiavélico. Como es soderberghiano el asunto, está bien rodada, aunque a veces te pierdes viendo el Principio de Peter en la policía, en asuntos postales, en firmas que no son firmas y en deudas que no solo están en el casino sino en el día a día. Familias que solo son de apellido y otras de sangre convertidas en fetiche, tanto o más que la palabra lealtad. Todo mentira en una historia atrayente, que parece de otra época, en la que nada está prohibido porque hasta la prohibición de hace cien años dejó caminos a ninguna parte (o al mejor sitio, nunca se sabe). Muchos secretos que empiezan a salir, y no siempre para bien. Un buen ejercicio que deja la sangre para el final y la bilis en los puntos suspensivos. O quizá, ya estén firmados los puntos suspensivos, pero en una buena postal de despedida.

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