miércoles, 2 de abril de 2008

21 gramos.


Vi el lunes por la noche (en la2) 21 Gramos. Recuerdo que hace la tira de años vi en los cines Floridablanca, después de dar muchos beerdazos por la mañana, Amores Perros.
La vida es un trébol marchito, muy perro. Cuando menos te lo esperas te da un palo, un palo muy gordo. La historia de 21 gramos es la de la complejidad de la vida postmoderna. Contada con alternancias temporales, con el dolor y la desesperación como leitmotiv. Los que hemos conocido a trasplantados sabemos lo que es la espera (la conocemos, sentirla sólo se siente en primera persona singular, eso sin duda, y las consecuencias tan sólo las sientes también esas primeras personas, en singular). La puta espera. El problema de la espera y las mutaciones. Algo tiene que cambiar para que tú cambies. Y las relaciones personales se llevan al extremo. Y entonces sale el alma (o lo que los desocupados llaman alma, sí es que existe). Las reacciones humanas provocan catástrofes y maravillas, muerte y vida, despegues y aterrizajes. Hay motores que arrancan y otros que dejan de funcionar. Y encima aparece Jesús, y la negación de todo y la voluntad de Dios. Muertes como generadoras de vida y de caos, de separación. La sangre lleva a la sangre. Quien nace torcido muere torcido. Nunca llueve a gusto de todos. Y en la desesperación, nunca llueve, y tienes sed y sudor, y ganas de venganza. A veces te tienden la mano y a veces te la ponen al cuello. Y te crees los cuentos chinos, y el trébol cada vez más verde. Y piensas en retroceder, en la posibilidad de elegir. De elegir morir.

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