miércoles, 9 de mayo de 2012

La sexta temporada de The Shield es una gran metáfora sobre la información, y, más concretamente, sobre el control de la información. ¿Qué creemos saber? ¿Qué creemos controlar? ¿Qué queremos qué se sepa? ¿Qué odiaríamos que se supiese de nosotros? ¿Qué nos gustaría que se supiese de una tercera persona en singular? Esas preguntas, y la que cualquiera de nosotros, en estado de ebriedad o no, son ilustraciones que pueden fastiadiarnos o alegrarnos el día, según si Harry está o no de nuestra parte, según si el día es par o impar, según si la semana tiene demasiados días terminados en ese. Los más bajos instintos, condicionados por una noticia, salen a relucir cuando el infierno aprieta. Y, el cabrón, cuando dice de apretar, lo hace hasta el puto infinito. Y ese nos lleva a otra gran pregunta: ¿Somos siempre sinceros? Va a ser que no, ni en la ficción ni en la mentira de vida que llevamos. Y, el pasado, como siempre nos recuerda Montero Glez, "o se olvida o se magnifica". Es así. ¿Tiene réditos vivir del pasado? ¿Hay rentas vitalicias? ¿Se puede encontrar agua potable en el Sahel? ¿Tienen derecho los clientes de las putas de enfrente de mi residencia catastral a hacer sonar el jodido claxon a cualquier hora del día y sin motivo aparente en plan mormón? Si lo pienso, no encuentro la respuesta, y si lo hiciera, encontraría la manera de chantajearlos, o de matarlos, o de llevarlos a ese molino tan esnob que yo me sé y realizar una gran comida para ganado bovino. Que todo el mundo tiene derecho a ganarse el pan con el trabajo de los demás. Y punto.

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