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jueves, 7 de enero de 2016
La derrota de siempre
Llego al artículo de Leila Guerrero a través de un tuit de Lara Hermoso. La cuestión de fondo del asunto es la de todos los días, la de todas las semanas, la de todos los años, la de casi todas las vidas: la derrota. Nuestra derrota personal, la de cada día, la cada semana, la de cada año, la de cada una de casi todas las vidas. ¿Para qué luchar si sabemos que la derrota nos acecha? Quizás sea una opinión simplemente personal, un reflejo de la falta de librería o de abstemia semanal, pero en primera persona del singular estoy totalmente de acuerdo. Derrota: un dos en la quiniela. Puedes poner un uno en la quiniela cuando pierdes en casa, o un dos en la misma cuando pierdes en las antípodas o en la puerta de al lado, pero la equis no vale. Nada de empates. Solo he leído, gracias a Francisco Nixon, un libro de David Foster Wallace, allá por su crucero de lujo en Algo supuestamente divertido que nunca volveré a hacer. Y sí, lo resumía bien. El dinero no da la estabilidad, ni la lucidez ni nada de lo imprescindible. Da para pagar propinas obligatorias en los cruceros de lujo. Luego te bajas del crucero y es lo de siempre. La derrota de siempre.
Coda: por lo menos la canción del día nos apacigua el paladar y su cielo de truenos y relámpagos. Y todo lo demás.
Coda: Lo siento, rey David, pero sigo teniendo pendiente La broma infinita.
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