miércoles, 6 de enero de 2016

Love/Hate. Tercera temporada

Si algo nos enseña la tercera temporada de Love/Hate es que no puedes fiarte de los bichos ni de las garrapatas que están en torno a esos bichos, es decir, de aquellas variedades de mamíferos, que en plan carnicero van a por ti, van a por los débiles, por los cojones de los débiles, por los huevos de los débiles, por las ratas en general. Resumiendo, no te puedes fiar de la comadreja. Ya lo etiquetó en un época preFacebook el gran John Boy: comadreja. Y el gran Nidge es el ejemplo perfecto de comadrejo, de bicho malo, de canijo obsesionado con su escasez de pelo que saca la pistola (en primera persona o delegando). Decide cambiar de círculo (lo digo como lo siento, Pablo), y acabar con mano derecha y mano izquierda, se olvida de la infancia y de la adolescencia, juega con putas locas y rayas locas. Aunque tiene grandes momentos, el mejor de los seis episodios es el primero, con la irrupción en la trama del IRA y sus Iramen, ejemplo perfecto de decir una cosa y hacer otra, rajando del Sinn Féin y de todo en general, de putas y rayas cuando son puteros y drogotas. Como todos. Hasta la Mona Lisa envejece y hasta los amigos desaparecen. Hijos rompiendo los cuellos de los animales paternos, con lágrimas en los ojos, cuello tras cuello, pichón muerto tras pichón muerto. Guerra insular, pero guerra al fin y al cabo, entre gritos de Robert Plant para empezar y chisperas al son de los Chemical Brothers. Viva Love/Hate. Y todo lo demás.

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