lunes, 18 de mayo de 2020

El último baile.

De abril a mayo. 5 capítulos dobles. 10 interrupciones en mitad de la locura del confinamiento, del coronavírico pavor a salir a la calle, del recalcitrante Sánchez en la tele, de una oposición de chiste, de un país que se va a la mierda. Muy a la mierda. Por eso viene bien desconectar, pero hay que dejar constancia que una buena parte de la generación que ahora tiene los cuarenta y tantos bien cumplidos se la perdió. Se la perdió. Nos la perdimos. Yo me acuerdo de momentos de los primeros anillos: me acuerdo del domingo por la noche de la victoria de Los Lakers en el primer partido de la final en Chicago; me acuerdo de momentos contra los Suns y Dan Majerle; me acuerdo de Terry Porter y Drexler jodiendo la marrana; me acuerdo de la primera retirada y los anillos de los Rockets. Y luego, el gran apagón. La televisión pública, por cuatro perras, nos dejó en bragas y no compró por cuatro putos duros los derechos. Castigados sin postre. Sin puto postre hasta ahora. Gracias Papá Estado, Gracias RTVE (sus gestores de entonces), Gracias Gobierno de España. En este gintonicdream nada es lo que parece parece porque todo es mentira. No hay pandemia, no hay muertos, Fernando Simón y Salvador Illa nos son personas, Sánchez es un estadista churchilliano, Lastra es una oradora estimable y los lunes por la tarde siguen siendo lunes por la tarde peleándose contra los domingos por la tarde por empeorar la situación. Todo mentira. Los otros tres anillos no los ví, no me quedé despierto porque no había ocasión. Veía el NBA en acción de los sábados, los resúmenes y poco más. Nada de la disponibilidad de ahora. Nada. Imposible. Pero solo muestra The Last Dance muchas partes de todas las partes. Me recuerda al que he hicieron de Camarón: muchas luces, pocas sombras. Después de ver The Last Dance me quedan dudas sobre Michael Jordan. Hace un rato estaba medio pájaro tuitero con la magdalena hecha pespuntes con alabanzas a Jordan. Pero hay mucho punto suspensivo. Hay que alabar su ética de trabajo personal, pero en el trato deja mucho que desear con una parte de los actores secundarios de su show. Están muy bien los seis anillos, está muy bien su rivalidad con los Pistons y su enemistad personal con muchos de ellos, está muy bien su relación con SP y con PJ, su odio a JK, sus tormentos personales (los que hemos visto, y solo en parte), está muy bien la batalla final con Utah e Indiana. Todo eso está muy bien, pero hay que ir un paso más allá, creo yo. No quedarnos solo en lo visual (en eso, muy muy bien el documental, es verdad). A veces, los saltos temporales desconciertan un poco, pero es complicado hilar tan fino (también en ocasiones lo hacen muy bien). Pero en fin, ese estela de rivales derrotados por el camino también impresiona. La pregunta, jugando a historia ficción, es que hubiera pasado si la marcha no se hubiera producido, si en la vuelta hubiera ganado en aquella eliminatoria contra Shaq, Penny y el resto de los Magic, si le hubieran dado la posibilidad de intentar un séptimo. Y sí, hay momentos en los que se ve pasotismo y antipatía, como con el asunto de Burrell, o los principios con Kerr (unidos por un dolor del que no hablaron). También queda desvirtuado el papel de PJ, porque al final, los que mandaban, mandaban, y Jordan era mucho Jordan. Yo personalmente esperaba más, pero quizás en mitad de esta locura de encierro, de miedo y asco a los políticos nefastos, criticar está de moda y es más fácil que buscar lo llamativamente talentoso del documental. No lo sé. Quizás todo lo sacamos de contexto, lo llevamos a la frialdad, a la distancia. Coda: O tal vez, no. El último baile no fue el último, que también hay que decirlo, pero quizás eso ya no vende tanto.

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