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domingo, 17 de mayo de 2020
La Unidad. Primera temporada.
He tenido que hablar con los alumnos (estándares de aprendizaje evaluables, pero sin ellos también hablo) de los atentados del 11M, del 11S, de distintos ataques del ISIS y de Al-Qeda y todo lo demás. ¿Dónde estabas el 11M? Les dije a mis alumnos de 4º de ESO del IES Monte Miravete de Torreagüera que preguntaran a sus padres, a sus abuelos, a sus familias los recuerdos de los atentados de Madrid. ¿Dónde estaban? ¿Qué hacían ese jueves? Yo estaba en casa, luego me fui a estudiar a la biblioteca Nebrija de La Merced por las oposiciones, luego a las 12 salimos al patio a concentración. Puta ETA se escuchó. También se hace referencia a ETA en La Unidad. Puta ETA, puto ISIS, putos terroristas. Me gusta el ritmo de la primera temporada de La Unidad, me gusta su velocidad, me gusta el paso de Vigo a Girona, de Lagos a Francia, de Madrid a Figueras en busca de esta panda de hijoputas. De cabrones. De malparidos. Pero también nos cuenta La Unidad los entresijos del despacho, los celos y las envidias y los silencios que hacen daño. Y también, la enfermedad. Un cáncer dentro de otra enfermedad mayor, y vida cotidiana con coumniones incluidas y jodiendas con vistas a una cárcel y una ensenanda melillense de ensueño y violaciones dentro del matrimonio y niñas que se dan cuenta de todo y muchas cosas más. Es difícil resumir La Unidad en pocas palabras. ¿Es lícito hacer todo lo posible para acabar con los malos? ¿Hacemos lo posible cada uno de nosotros por acabar con el mal o miramos para otro lado? Infiltrados, dolor, miradas ajenas, obsesión, tacto mal entendido y más obsesión, y más dolor y más de todo. Grande la primera temporada de La Unidad.
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