domingo, 3 de mayo de 2020

Casi Feliz. Primera temporada.

Ha sido una buena elección ver Casi Feliz en tiempos del confinamiento. Si Diego A Manrique decía que Un buen día de Los Planetas es "una canción de desamor disfrazada de vida cotidiana", Casi Feliz destila una amargura, una infelicidad vital que es cotidiana. Un tipo que se supone que lo tiene todo en teoría pero vive lleno de inseguridades: con la madre de sus hijos, con su difunto psicólogo, con su equipo de Atlanta, con su colección de gorras, con su camiseta de gallina con cabeza de perro, con su productor y con todo Cristo. Una cara triste que cree que puede sobrevivir pero le cuesta horrores. Demasiadas preguntas, demasiadas respuestas, demasiados días confinados con un presidente que da bandazos. Cada uno tiene el diablo que se merece. Todo es mentira. ¿Cómo cojones te preguntas como te ponen la gaseosa en el vaso? ¿Por qué los antisociales estamos mal vistos? Y lo de las fotos, de traca. ¿Agridulce? ¿Demasiado agria Casi Feliz? Pues no lo sé. La vida no es una película ni un videojuego ni un remake muy particular de Regreso al futuro. O sí. Es lo que tenemos. Y el pasado siempre te revisita. Una y otra vez.

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