jueves, 29 de diciembre de 2022

Infiniti. Primera temporada.

“El universo es una enorme guerra. Y en la guerra debes luchar”. Infiniti desconcierta al principio, pero también llama la atención y atrae a partes iguales. Los asuntos del espacio nos desbordan la imaginación, ponemos etiquetas a botellas y errores, ponemos tildes innecesarias y no resaltamos lo realmente increíble. Cuando hay temas pendientes entre países, cualquier chispa nos monta un tsunami de sangre y venganza, de pesadillas del pasado y órbitas de descontrol. Pero Infiniti nos muestra dinero y miseria, nos muestra dolor y parafernalia, nos muestra delirios y personajes que son incorruptibles hasta que dejan de serlos. Traición al poder, disparos en mitad de ningún sitio y cuando hay rusos, hay distintos tipos de medición de la justicia. Pesca de arrastre para todos, vodka propio para el mal de todos los días. Dos meses y un día después de ver los dos primeros episodios, volví a Infiniti como el que vuelve a un lugar que busca, pero no encuentra, después de una noche de duermevela pero sin cirios, que eran interiores. Los cirios siguen al final, en la serie y en la vida, porque “una bomba atómica no es más que un sol pequeño”. Infiniti también es alianza contra natura, en las que hay que saltarse las normas porque no hay otra opción. Y más preguntas: “¿Por qué siempre tienen que ganar los rusos?”. El hombre de la camisa verde hubiese dicho, se hubiera preguntado el motivo por el que no deben ganar siempre los rusos. Todo es sabotaje en la vida, todo bomba por explotar, todo traición familiar, aunque “es mejor olvidarse de los muertos”. O no. Y el gato de Schrödinger, y muertes necesarias, y realidades paralelas (casi como nuestros llantos) y búsquedas que hacemos aunque nos dé miedo aprender: “Me asusta lo que vamos a descubrir y que la historia se repita”. Siempre se repite, como siempre salimos perdiendo. Y en esta Persia particular que es Infiniti no falta la cara b, no falta el zoatar con rostro quemado, no falta la bruja y los que no son los que dicen ser. Arena para todos porque “el desierto recuperó lo que era suyo y siempre gana”.En Infinti, con sus zonas radiactivas y sus viajes a lugares con cadena, a 400 kilómetros de altura y a 40 kilómetros dentro del infierno estepario, hacen falta pastillitas para el corazón y el ADN, pero debemos observar lo que no hemos visto con atención, o no hemos querido ver: “Mira el cielo. ¿Has visto alguna vez alguna vez un negro tan negro? ¿Has visto alguna vez alguna vez un blanco tan blanco?”. Y frases que creemos que podemos enmarcar, o debemos enmarcar, o simplemente ponerlas en un lienzo para que pensemos en ellas: “Todos sabemos que el infinito existe fuera de nosotros. Pero he descubierto que también hay un infinito en nuestro interior y que está lleno de estrellas. Pero todas esas estrellas son, en realidad, una sola estrella. Son como las hojas de un árbol, cada hoja es única y, a su vez, es idéntica a todas las demás, cada hoja está conectada a un tallo, cada tallo a una rama, cada rama a un tronco. Las ramificaciones representan los numerosos rumbos que nuestras vidas podrían haber tenido. Por cada ramificación de nuestras vidas existe una nueva versión de nuestra existencia, tantas versiones como las hojas de un árbol, tantas hojas como universos, tantos universos como estrellas en el firmamento. Pero todas esas estrellas, al final, solo forman parte del mismo árbol y forman al único e inigualable sol”. Lo dicho: “Solo tenemos una opción: mentir”.

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