domingo, 8 de enero de 2023

La piel del tambor (película)

Y, haciendo un azote de cuerdas, los echó a todos del templo, con las ovejas y los bueyes; y desparramó las monedas de los cambistas y volcó las mesas. Y dijo a los que vendían las palomas: ¡Quitad esto de aquí y no hagáis de la casa de mi Padre casa de mercado!”. Nada como unos buenos versículos para retratar una situación. Siempre, o casi siempre, encontramos en los evangelios un pasaje que nos lleva a ilustrar con palabras una historia más larga. Y si es de San Juan, mejor que mejor. No sé el número de veces que leí La piel del tambor. El problema de esta adaptación, y de muchas otras, es que, al principio, con tanta cara reconocible, no sabes si estás viendo una teleserie o una película. Pero te olvidas de eso, y recuerdas lo mejor de la novela, y como “todos cometemos errores”. Y en ese recuerdo aparecen curas de rodillas, y cruces, y te das cuenta de que no estás viendo El día de la bestia. Pero ves Sevilla, y la Semana Santa (tampoco es Nadie conoce a nadie) y aparece un cura con cara de inspector de hacienda y le pasa lo que tiene que pasar, y la sangre y tienen que ponerse manos a la obra (que nunca acaba) en el Vaticano, y vemos a Nero haciendo de Papa, y las sotanas y los trajes caros, y los anillos bien relucientes, y esa iglesia “que mata para defenderse”. Y si no mata, se ayuda a que mata, que viene a ser lo mismo. Y la Santa Sede, escándalo tras escándalo, que no quiere “un circo mediático sobre una iglesia asesina”. Y más frases, como en la que ponen, o piden, “lealtad al estilo de la mafia”. Claro que sí. Y Macarena Bruner, y Pencho Gavira, y Lorenzo Quart, y Jorge Sanz haciendo el quinqui, y más rostros reconocibles. Un poco de lucidez te sirve para recordar el libro, pero no es lo mismo. Ni Bernardo de Claraval lo arregla. O sí, que siempre hay un recuerdo de Chiapas o Brasil, de Ciudad Juárez o de elogios de caballeros medievales, y curas que se cambian de bando, y curas que no son lo que parecen, y el barroco puro, y los banqueros, y la marcha de Irlanda. Pero Quart no es 007, pero en los palomares pasa de todo. Y el infierno sigue lleno de buenas intenciones, incluso en esta adaptación de La piel del tambor.

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