miércoles, 18 de enero de 2023

Santo. Primera temporada.

Siempre se utiliza el Eclesiastés en un contexto determinado. Y a Santiago. Vivan los versículos ajenos a su significado verdadero. Y tiene Chinches y Ronaldos, y tiene sollozos, y niños muertos, y tiros y fuegos, y todo ese ambiente de querer ser un Seven pero no llega ni el Four, y tiene menos lluvia aunque hay alcantarilla, y toallas tendidas y barbas que afeitar y heridas en los párpados. Esas colaboraciones entre desiguales no siempre son perfectas, no siempre llevan buenos ramos de flores (los llevan , pero quizás no huelen a nada, o quizás nuestras rinoplastias fueron mal ejecutadas). Y hay violines y flautas, y tatuajes (qué sería de algo contemporáneo sin tatuajes [creo firmemente que las tiendas ya solo contratan a niños y niñas con tatuajes, o algunos que no son niños y niñas pero que se creen escolanía de todas formas], y rituales, y finales abruptos, y carreras en una ciudad de prisas y ruido de cláxones y persianas a medio bajar. Una búsqueda, un tipo sin rostro, o con rostro oculto, y barbas cortadas como si fuera esto El fugitivo. Viva Noruega y las grietas en las comisarías. Y en las paredes de las comisarías. Y niños triturados, y cabezas de niños trituradas, y motos que explotan y cortinas que dejan entrar poca luz, y hoteles y restaurantes chinos. Y tiroteos a la hora de La ruleta de la fortuna (no hay mejor hora, por supuesto). Y escenas que me recuerdan, mucho, pero que mucho, a Días contados. Y en este Seven tan particular suenan chicharras mientras alguien corta un cuello entre cañas demasiado verdes. Y saltos al vacío, y extrarradio sin bici. “Si tienes una casa tienes miedo, si tienes un hijo tienes miedo. La única manera de no tener miedo es no tener nada”. Y los traumas del pasado, o los fantasmas de los traumas del pasado, que van y vienen, aunque con demasiados tópicos, como si fuera esto Miedo y Asco en Los Madriles. Y encima, con final abierto. Lo dicho, Santo está repleta en su primera temporada de demasiadas imágenes que recuerdan demasiado a otras muchas imágenes. Y el infierno sigue lleno de buenas intenciones.

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