viernes, 6 de enero de 2023

Brockmire. Tercera temporada.

“La masturbación es la mejor defensa para las noches aparentemente interminables”. Hobbies e insomnio, bollería casera y figuritas de plomo. Vaya invento la Navidad, convertida en vanidad continua, en voz que no acaba, en sonido repetido. Brockmire no debió pasar de aquella mítica primera temporada, pero en algunos momentos un poco de su lucidez es más que temporadas enteras de otras series. O no. “La verdad siempre suena mal dicha en voz alta”. Será porque no existe, porque en las fotos salimos mal incluso cuando hablamos de cáncer en una información. “Que no te engañe el cáncer”. Tortugas para todos. “Esa bola se ha ido como María Conchita Alonso”. ¿Qué fue de MCA? ¿De verdad? Abstemios, problemas abstemios, y problemas para llegar al final de un día en el trabajo: “Las fiestas infantiles son una parodia de las pesadillas”. Y luego piensas en volver al instituto, y te recreas en la parodia, y en la pesadilla en bucle. Pasos que repetir y regaladores de consejos. Y, como los mormones, “tener mejor su propio planeta”. Y tener que pedir perdón por ser blanco, una y otra vez, porque es lo que toca ahora. Con un par. Y hablemos un rato sobre el holocausto, que nunca es suficiente. Nunca. Y sobre el cáncer, porque “casi te mata o te mata”. Brockmire nos ayuda a reflexionar sobre la enfermedad y sobre lo que decimos a los enfermos en ciertos momentos, y todo ello con una perspectiva distinta. Y pensar en la confrontación, y en las rotondas, y en los silencios, y en la comunicación con el Dios del Antiguo Testamento. O no. “El mundo no recompensa la bondad”. Ni la bondad, ni nada. ¿Volver? ¿Qué sentido tiene todo? ¿Por qué seguimos obsesionados con El padrino? “Saber que formamos parte de un equipo incluso cuando estamos solos”. Una buena serie aunque no siempre entendida fuera de su contexto. Tiempos sombríos para gente sombría pero que, de vez en cuando, brillan mucho.

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