miércoles, 22 de enero de 2025

Crimen de Irvine Welsh. Primera temporada.

“La ignorancia es una bendición. Vivimos en la ignorancia y nos burlamos de la maldad porque suena a algo religioso. La ignorancia nos ayuda a seguir con nuestras vidas sin enfrentarnos al hecho en cada esquina, debajo de cada cama. Los incautos e ignorantes quieren hacerte creer que los monstruos son una excepción, que sufren enfermedades mentales, que están locos. Siempre quieren ver lo bueno de las personas y están convencidos de que en el fondo todos tenemos arreglo. Pues siento aguarles la fiesta, pero me he topado cara a cara con la maldad y los malvados no quieren cambiar ni redimirse. Siempre se ha dicho que el infierno está lleno de buenas intenciones, pero a mi entender no es así. El infierno está lleno de ignorancia”. Con estas palabras empieza la adaptación de Crimen, de Irvine Welsh, serie que no deja indiferente y que nos pone delante a un raro, de esos que dicen en voz alta que no conducen porque les gusta pensar y observar. Y volver a pensar y observar, y cuestionarlo todo. Están mal vistos en muchos trabajos estos personajes que lo cuestionan todo. ¿Qué sería de nosotros si no lo cuestionáramos todo? Nada como pensar en voz alta. Y volver a pensar, aunque nos meta en líos: “Si algo está en el lugar que no debe será que está ahí por algún motivo”. Y viva la luz como desinfectante. “Los niños no desaparecen, se caen a un río, se quedan atrapados en algún sitio o los secuestran”. Y con esa madeja, el hilo de la serie no para, y no hay motivos juanlanescos para pararlo. Y el personaje, pensando, deja clara su visión del mundo, su rol en la vida, su presencia entre nosotros con una clásica camisa azul y la clásica gabardina: “Esto es la guerra. No va de resolver crímenes sino de erradicar el mal de la faz de la tierra. Y por eso tenemos que descartar sospechosos”. Y junto al personaje de camisa azul, una voz femenina que lo complemente y, a su vez, cuestiona al tipo que lo cuestiona todo. Y el crimen y el fútbol siempre van de la mano, que “cuando los futbolistas se hacen mayores se dedican a entrenar, así se quedan dentro del mundillo”. Y el personaje habla de perversidad y poder, enseña piruletas, tiene adicciones, no soporta el trabajo pero le apasiona: “Siento que trabajar en este puto empleo me destroza el alma. Cada día tengo que lidiar con despojos humanos y mis compañeros, la gente que me rodea a la que el Estado emplea para perseguir a la escoria de este mundo… estoy rodeado de payasos mire a donde mire, y lo único que quiero es olvidar, lo único que quiero es olvidar, cada célula de mi cuerpo me pide olvidar: cada célula de mi cuerpo me pide olvidar, quiero beber hasta dejar seca esta ciudad, esnifar la puta selva tropical de Sudamérica y quisiera arrasar este maldito lugar”. Secretos, pedantería, condescendencia, sonidos, vocecitas. Pero sigue el personaje reflexionando: “Lo malo de la ignorancia es que siempre llega un punto que la realidad te la arrebata. Algunas personas no buscan la redención, saben que van a ir al infierno. Tan sólo quieren arrastrar con ellos tantas almas como puedan”. Pero este ser atormentado, tiene lecciones para todo: “Si uno se vuelve inmune a los horrores, el alma muere. Pero a la vez, ser testigo de ellos, es una puta tortura”. Es lo que hay. Hasta para cuestiones políticas de unidad de Escocia con el Reino Unido tiene este Crimen de IW. Hágase querer por un panfleto, por una pinta, por un whisky. Hágase querer por un inspector loco y por un jefe necesario, que no es lo mismo tratar a Stam que a Cantona siendo Ferguson, aunque siempre recordamos que Ferguson perdió mucho en sus primeros años en el United. Añade el personaje, el mismo que confunde amarillo con blanco, poniendo a Sade en sus labios: “La imaginación humana es alucinante, no se nos resiste nada. Tenemos los medios para perpetrar todo tipo de crímenes y los empleamos, multiplicamos el horror por cien”. Rezar para volver a caer. Vodka para todos. Fútbol para escapar. También retrata bien este CDIW a la escoria política como la escoria política que es: “Los miembros más inteligentes del Partido Conservador siempre han utilizado a los liberales como amortiguadores de la ira de la clase trabajadora”. O algo así decía la perorata, Y siempre, la escoria salpica y aplica sus modelos en los demás: “Hoy en día los trabajadores no dan golpe, por eso Gran Bretaña es un país de mierda. Pero es normal, lo entiendo, está todo amañado para que sólo triunfen los ricos”. ¿Acaso triunfan los que no son ricos? Y las preguntas del millón de neutrones, que nunca hay electricidad suficiente: “¿Cómo se atrapa a un monstruo que mata a sangre fría? Pensando como ellos. Pero si lo haces, han ganado la partida antes de empezar”. Reflejos de Bowie, zanahorios encarcelados, desnutrición, palabras y gestos ante tumbas de menores. De todo hay en los parrales de CIDIW: “Se suprime la lógica porque la gente pide sangre”. Y la adaptación, que no queda otra: “Para vencer al sistema, compórtate según el sistema. Todo sistema es injusto”. Pero luego nos hacemos preguntas sobre todo lo que nos rodea, porque ya sólo el hecho de salir a la calle es un peligro, y si es el caso de una niña, peligro hasta el infinito: “¿En qué momento hemos pasado de matar para sobrevivir a matar por placer?”. Y los teléfonos, y los hoteles, y el daño hecho y por hacer, y todo multiplicado en el pasado hasta límites no sólo matemáticos. Hágase querer por las mentiras, por lo que no podemos cambiar, por lo que está por llegar. Y si no hay que dormir, no se duerme. Terapias, lazos de colores en el pelo y esa forma de engañar que inventa nuevos modos de dolor. El abuso, las malas hierbas, las familias complejas, la dependencia, la vidriera en el bar. Hágase querer por un Mesías, aunque no volveremos a tener otro. Y aquellos partidos, aquellas derrotas, aquellos ferrocarriles. Viva el 86. Pero todo cambia, y todo lo controla el dinero. Comprar para ganar: “Y vino el neoliberalismo, el fútbol, la música, la política, también la gente, todo pasó a ser mercancía de compra y venta”. Pero entre el Mesías, los Judas, las Magdalenas y el huerto de los olivos (convertido en sala de interrogatorio), este CDIW deja un rastro más que positivo, digno de alabanza. Incluso, hasta para bajar la persiana deja el listón por las nubes: “Una vez que miras al mal a los ojos ya no hay vuelta atrás, te sumerges en la oscuridad y los muros se cierran, muros de terror”.

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