viernes, 3 de enero de 2025

El exclaustrado

Se va Álvaro Pombo con El exclaustrado al lado filosófico-religiosa de la vida. Con un sinfín de referencias (Aristóteles, Safranski, Gracián, Flaubert, Rubén Darío, Henry James, Bernardo de Claraval, Sartre, Rilke, San Josemaría Escrivá, Ortega, Zubiri, Heidegger, Octavio Paz, Jacinto Benavente, Kafka), nos hace preguntarnos si la vida es libro. No deja títere con cabeza en este mitad folletín, mitad evangelio, en el que el exclaustrado piensa en la Iglesia como una Secta. Reflexiona sobre las imposturas, sobre la forma en que “la propia Iglesia de Cristo puede ser un impedimento para llegar a Cristo”, sobre la humildad, sobre el silencio, sobre el modo en que “escribir es rezar”, sobre el trabajo, sobre la soberbia y sobre nuestra incapacidad de llevarnos bien con nadie: “La nueva normalidad será la normalidad de los desenlaces, los desapegos, las súbitas desapariciones de gentes que tenías por amigos. Apegados al desapego todos”. Y como todo es mentira, “el pasado no pasa, se adormece”. Crítica el hooliganismo de las redes sociales, en las que “lo que importa son los likes, los retuits y las interacciones, la pomada…”. La jodida pomada. Pese a que no está a la altura de Santander, 1936, es libro sigue llevándonos al terreno en el que “había mucho que pensar, mucho que hablar, muchos más discursos que quehaceres”. Pone en valor la importancia de las palabras dichas y de las que no decimos, de los libros que tienen clase, de las mujeres que están “entre la santidad y la caricatura”, de las malas digestiones de la vida y de que “el pasado es contrahistórico, aunque sea esencial para nosotros”. Pero lo más importante es el retrato que hace sobre el espejo sucio, sobre ese lugar que no brilla ni con toneladas de Cristasol: “Es cruel pensar que cualquier criatura, desde un gato a un sabio, son criaturas limitadas, cuyos límites, cuyas deficiencias, se nos mostrarán de inmediato, por mucho que nos hayan encantado o aún nos encante”. Pero no tenemos remedio y “ni siquiera un Dios podría salvarnos”. Un buen libro para darnos cuenta de que nuestro “fracaso procede de la insignificancia, de la completa falta de sustancia de todos nosotros”.

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