domingo, 28 de abril de 2019

Bonding. Primera temporada.

Guión fácil pero atractivo el de la primera temporada de Bonding. Y chascarrillos de los que se te quedan, como el del primer capítulo ("Mal rollo en plan ISIS"). Y tanto que me meto con carátulas, y etiquetas, y clichés, pues, a veces, funcionan. La he visto por Brendan Scannell y por su papelón en Escuela de jóvenes asesinos. Y aquí, lo vuelve a hacer. Y Zoe Levin, papelón. ¿Cómo contar a alguien que eres el ayudante de una dominatrix? También hace pensar sobre lo que hacemos y cómo lo hacemos. ¿Todo está justificado? ¿Cuánto valemos? ¿Somos lo que somos por algo que nos pasó? ¿Somos profesores por asistir al futuro entierro de un exprofesor con el que luego trabajaste y esperas su muerte de forma definitiva? Y también reflexiona sobre lo que hacemos por dinero. De todo. Incluso sobre la relación madre/hijo. Incluso nos trae a memoria a excompañeros de clase y sus cuitas que vuelven al presente. ¿Tenemos mundo real o todo es un puto Matrix? Y también es el retrato (cruel) de una generación, de la generación (o como decía EHDLCV, "degeneración", psicópata [el psicópata era yo, SJFR]): "Había salido a beber y estaba pensando en la barra en todo lo que tengo que trabajar para pagarme las copas que me estaba tomando". Eso si es un juicio y no los de Kant, pijo. Los rumores. Y la imagen que tienen los demás de nosotros. Viva la psicología. Y los secretos y la fuerza y lo que aparentamos y no somos y lo que sí somos y no queremos aparentar. El daño, la culpa y las jodiendas. ¿Cómo despiden los talibanes a los talibanes? Vuelve la actuación dentro de la actuación, la obsesión, el control y las entrañas con muchas sangre. Y las luchas de pingüinos. ¿De verdad funciona la psiquiatría? En fin. ¿Será por preguntas?

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