martes, 19 de julio de 2022

La firma de Dios. Primera temporada.

La firma de Dios nos lleva, desde el principio a pensar en motivos por los que ocurren las cosas. ¿Por qué ocurre una pandemia? ¿Qué se nos escapa de lo que nos venden los medios? ¿Qué no entendemos o no queremos entender? Preguntas y respuestas que no están siempre en el orden correcto. Síndromes que no siempre se llaman como deberían. No sé si es deliberado, o provocado, pero me recuerda mucho el primer episodio, o el comienzo de ese primer capítulo, a aquella historia de los insectos de Black Mirror (desde el volumen de la primera respuesta de la protagonista de BM en ese episodio) hasta las preguntas de la comisión que investiga lo ocurrido durante 16 años. Se oyen voces de personas, incluso peronistas, sobre lo que hacen políticos y científicos, si hacen lo suficiente, si todo es posible en este mundo de caos y desesperación. Hasta de cambio climático, y subida de temperaturas y sus repercusiones. 427. Todo es voluntario hasta que deja de serlo. Comisión de la memoria se hace llamar la comisión que recopila lo que ocurrió durante tres lustros y pico. Preguntas que suenan forzadas, o no son forzadas, pero creemos que lo son. Quizás se mete demasiado en cuestiones formales, en los que te pierdes: ¿Qué pijo es la citogenética molecular? ¿Por qué no escuchar el nombre reconocible por todos? Síndrome de trastorno genético. Nombres, nombres, nombres. Eufemismos de mierda para bichos de mierda. Algo que parece virus, que no es virus: “Comportamiento incoherente y caótico”, como alumnos de instituto. Transmisiones confusas. Características confusas pero diferenciadoras: con código postal y denominación de origen. El recuerdo del mapa de Snow, el cólera, el “comportamiento errático del síndrome. Viva Taiwán y lo que haga falta. Patrones, sin mal, de contagio. O con mucho mal. Todo es mentira y con las plagas, más todavía. ¿Focos? ¿Paciente cero? ¿Mierda sobre mierda? ¿OMS sobre OMS? Viva Grecia, con o sin Varoufakis. Derrumbes para todos. Genes que estaban a la bartola y se despiertan como resacosos y la lían parda. Pum pum. Ya lo preguntó Mou: “¿Por qué?”. Agentes externos, ríase usted de James Bond y de Torrente. Los confinamientos “no sirven de nada”, y como dijo Sánchez, “no hubo confinamiento”. Redes sociales que había y que no deberían existir: redes antisociales, como siempre repito en clase con mis alumnos. Genes que tienen problemas, o te meten en problemas… pero que para los lerdos en la materia nos suena un poco a virus que viene del oeste. ¿Quién está preparado para un dramón de semejantes dimensiones? STOP. El abismo, ese lugar donde si te asomas quizás no vuelves. O vuelves de otra manera. Y el segundo capítulo nos cita a Federico para empezar, profundidades con o sin plomo en los bolsillos. Mensajitos en grupos de militares… Banderas para todos. Códigos para todos, mortal y de colores varios. Estudiar numeritos siempre da miedo. Mucho miedo, y más después de escuchar La firma de Dios. Formas posibles cuantificadas, como hacer PTI’s de alumnos. Atención, números perfectos como alumnos imperfectos. ¿Infinitos los números perfectos? ¿Hay algo infinito? ¿8127? ¿Contraseña? Silencio, que siga durmiendo. Sssssssssssssss. Problemas y matemáticas. “No hay nada más matemático que un patrón”. ¿O eran 8128? ¿Cuántos? Números, o letras, o palabras. ¿Códigos? ¿No era solo codificado el plus los viernes por la noche? Wegener en el horizonte, con la deriva continental como herejía retrofuturista. Guiones que seguir, datos que seguir, estelas sin Egipto como faros que utilizar en esta tragedia homérica sin parangón el XXI. “Fascistas de los de verdad”, no como los sucedáneos que vinieron después. “A veces hay que ser laxo con la ética”. Ponga un demótico en su vida, o un demótico contemporáneo. Viva la Escuela de Chicago, y los rascacielos, y los patrones. Ya lo decía el hombre de la camisa verde, que “los hombres más importantes son los conserjes de los rascacielos, sobre todo los de Benidorm”. O no. La firma de Dios va dando pasitos, va dejando miguitas de pan con o sin flauta de Hamelin. Lo incurable no siempre suena bien. Hágase querer por mensajes codificados. Chispa y pum pum. Dormir es aburrido. Siempre. No estamos para perder tiempo en la vida. Nunca. Todo mentira. Vivan los geniecillos locos, los tipos con bata pero sin uniforme, que los uniforme asustan a algunos, algunas y algunes. Agua, aire, comida, militar. Ponga esas palabras en una frase y nos sale “arma biológica” y únala a Rusia, China y USA y se nos hace el chicle agua. Pero no siempre está la magdalena para darle pespuntes. Viva la teoría de la conspiración. Todo es mentira. Il Popolo di Roma, la fiebre, la tos. Guarden las cosas en papel, que lo de internet se va todo a la mierda antes o después, con y sin campos de morsas esféricas. Hipótesis varias para echarle a los marranos. Siempre jugando como Capello, siempre al 1-0. Viva el catenaccio. Algoritmos al poder. Imágenes, textos, videos y más números: ponga criptografía en su vida, ponga matemáticas siempre en su vida, ponga mentiras siempre en su vida. El Sabbat siempre llega, que hay un máximo para trabajar en la vida. Mensajes sin SMS, sin WhatsApp, sin correos tradicionales ni electrónica. Saca la calculadora e invítame y nos vamos de vacaciones a Sulawesi, Ginés Caballero. Pero no, el hombre de la camisa verde era más del Renacimiento y de da Vinci. Viva Dante, antes y después del círculo infernal. Ya lo cantaban Los Rodríguez, palabras más, palabras menos. Ponga en el puzle Israel y extraterrestres. Viva el Doctor Moreau. Bioterroristas: “¿Quién sabe lo que piensan los terroristas?”. Aunque deberíamos preguntarnos si piensan, simplemente. Sume virología y quite familias. Viva la lingüística, y la filología, o los estudios hispánicos. ONU y los restos de la II Guerra Mundial. ¿Qué pijo son los indagadores? Ocho sin Katherine Neville. O con ella, y con Napoleón. Viva la revolución francesa, y las palabras con esencia. “El mundo ha cambiado”. Cuadrantes, en plan Matrix-Harris. Ríase usted de la prospección hospitalaria, de los yacimientos hospitalarios. Hágase querer por los conspiranoicos, por el testamento de Sancho III el Mayor. ADN para todos. Mapas genéticos de la población para hacer cualquier cosa que salga en un capítulo de la Pantera Rosa o del Hurón Rosa. Robar, a las 3, Los Vegetales. Viva 1035, viva el Viejo Reino de Navarra. Lo militar siempre suena mal: pum pum. La firma de Dios se parece, conforme pasan los capítulos y las pildoritas, a otro episodio de Line of Duty. Grabadoras nuevas, grabadoras viejas, grabadoras que recogen testimonios hasta que las montañas se olvidan de Sancho III el Mayor, y de Sobrarbe, y de Ribagorza, y de pueblos con Peste Negra al final de la Edad Media. Hágase querer por los puebluchos, por el Cenajo de turno, por la mierda sobre mierda. Los Hombres G y los bares, texto y contexto, mentira sobre mentira, palabra sobre palabra, corte al norte de Sancho III. ¿Qué pijo es una brújula? Todo es relativo, tanto o más que un aprobado con la LOMCE, o con la LOMLOE: pum pum. Y no hay España vacía en La firma de Dios, porque los pueblos si que están habitados aunque no lleguen a la gente de Ojós o de Villanueva del Rio Segura. Y entonces recuerdo el capítulo de La Pantera Rosa toreando al bicho, y con flores en los cuernos, y sin capa, y el salto al burladero. Tendido norte, tendido sur, Estafeta, San Fermín. Recursos y gente a cargo de las comisiones. Viva el espíritu de Blake Edwards. Espíritus aldeanos para soluciones mundiales. Ya lo dijo E.T.: “Mi casa”. Ahora que ya no tenemos a Balbín, siempre hay que buscar la clave. Viva el pecho ajeno, que la soledad es muy mala. Todas las ratas se juntan, antes o después. Cábalas para todos, esoterismo para todos. Todo está oculto, como el bocadillo después del recreo en el buche. Zóar para todos. Y en las manifestaciones, para contar, número de piernas y divida usted entre dos, por favor. Todo mentira en la vida. Intermediarios todos. Interpretar, comunicar, ecologismo y James Spader en Stargate. Wittgenstein siempre en nuestros pensamientos. Los Flechazos escuchados en bucle. Siempre. Viva el Pleistoceno. Configuraciones para todos. Fiebres everísticas. La prima de Dolly se revuelve con sus tripas, multiplicada no por cero como Bart el amarillo, sino por tres. Trato que tienen entre sí los comerciantes sobre sus negocios, o algo así. Judíos todos, hasta que dejamos de ser judíos. Huxley te vigila, te resume tu existencia en cada uno de sus textos. Y se adelantó. Viva la Genografía. Viva la G. Vivan las ecuaciones, con o sin solución, con o sin soluciones, con o sin como la cerveza, como la cerveza sin filtrar. Viva el mundo antes de octubre de 2005, cuando mis padres me compraron mi primer móvil para tenerme controlado. Viva el aislamiento, en sol menor y en caballos moviéndose en ele, y los masones en los sermones de San Pablo de Murcia. “La ciencia tiene que plantear hipótesis”. Especular es gratis: ciencia especulativa para todos. Hágase querer por una tecnología que le ponga imaginación a la vida, no solo a la Judea precristiana. Hágase querer por una esposa que estudia Dietética y Nutrición y te habla de disruptores endocrocrinos sin motivo aparente. Hágase querer por una latencia corta. Hágase querer por aquel capítulo de La Pantera Rosa del que ya no me acuerdo. Aliens en busca de una antenita. ¿Somos más de Bill o de Escarlata? ¿Seguimos perdidos en la traducción? ¿No hay cobertura? ¿No hay entendimiento posible? ¿Nadie ha leído a los historiadores de la Escuela de los Annales? ¿No nos suena Braudel, Bloch o Febvre? Siempre volvemos a Mou: “¿Por qué?”. Conjeturar es gratis y las respuestas, imprevisibles. Y si, todas las ratas se juntas y todas las ratonas cantan, como en Casi Famosos, el Fever Dog a la vez. Guillermo de Normandía y la batalla de Hastings, un inglés franco que no se entiende. Y siete por diez, y encuentra la definición del ser supremo que en las religiones monoteístas es considerado hacedor del universo. Jung por Jung y rezar hasta la extenuación, que la oración nos hará libres. O demasiado libres somos un peligro. Y esto ya lo habíamos visto en Network, con aquel presentador al que se le iba la quijotera. Y “los médicos lo prohíben todo”. Hágase querer por un milagro. Readaptar las viejas cuestiones. Pensar te mete en líos. Entidades como etiquetas. El plural y sus daños colaterales. Y la curación de lo incurable, y los huecos que cubrir, y lo que no puede ser no puede ser, y además es imposible. Epístolas, Corintios, ángeles de luz, farmacéuticas, alargar lo que no debe ser alargado. Las segundas partes nunca fueron buenas, o casi nunca, frías o templadas o tibias. Sumisos todos. Hágase querer por una alianza, por un anillo con barras y estrellas. 37% de desocupados, Marruecos y Argelia, jodiendas con vistas a un gobierno con más grietas que un serac. Disuasión al poder. Disuasión siempre es eufemismo. Turquía ya no fue lo mismo después de los injertos ni de los golpes tejeristas. Soldadesca mejorada en busca de guerra, pero sin guerra. Castigos bíblicos, pasos atrás, cortando un siglo y sumando otro, buscando nuevas revoluciones industriales, nuevas revoluciones, nuevas… Silencio, se rueda, que un número, por muy alto que sea, nunca es suficiente. Pum pum. Y más pum pum. Que no falten. Muerte y peste que se te mete en las tinieblas de la quijotera. Pum pum y fuego. Oir, ver y callar, esperar y vomitar, llorar y recibir. 190. Distintos. La ciencia, la música y todo lo demás. Déjese querer por unos libros. Y un 19 de julio siempre hay que recordar un 36. Coja un tercio, y no de tostada ni sin alcohol. Malgastar o mejorar, crecer o escapar. Hágase querer por unas cuentas. Busca y hallarás, recordad a San Mateo. Himnos, que se repiten, hasta la extenuación, arroyos y remontadas de huesos, pies diferentes y cánones que no se saben interpretar, incompletitud y sueño, demostrabilidad imposible y toda mentira, conveniente o no. Péguele fuego a sus corsés, péguele fuego a las mentiras, que siempre vendrán más. La firma de Dios nos obliga a pensar (algo a lo que no queremos acostumbrarnos) en preguntas de difícil respuesta, en respuestas que no queremos escuchar, en imágenes que no queremos ver porque lo desagradable no es de nuestro gusto.

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