jueves, 7 de julio de 2022

Todo lo que amas. Primera temporada.

“Si hay algo que nos ha caracterizado en los últimos cien años, es que cada generación ha superado a la anterior”. Y un pijo. Y un pijo doble, que diría el hombre de la camisa verde. Llevamos bastante tiempo peor que mucha gente de hace mucho tiempo. Pero todo vale. O casi todo. Pero le perdonamos la primera frase (o no) a Todo lo que amas. O tampoco. Hágase querer por unos nazis que hacen el nazi levantando el brazo. O no. Nada como un lavado de cerebro para estar manejablemente limpio. O limpia. O limpie. Podemos hablar de fascismo, de nazismo o de la adoración de Kali, o de la fundación del partido de las zanahorias. O de lo que sea. Y el pasado, vuelve, y te pega un tortazo, y te ves en la disyuntiva de hacer el gilipollas, o el supergilipollas, aunque vayas con la camisa planchada y el pelo a lo Himmler. Pero como todo es mentira, el pasado, ese mismo pasado, se te cruza, y toca la fibra sensible y todas las ratas se juntan. Siempre las ratas se juntan, con o sin disfraz, con o sin esvástica antes y después del Egeo Preclásico. Y te dejas embaucar, o crees que te enamoras y la mentira se institucionaliza. Y siempre hay un chat, o una red social, en la que te aplauden las mamarrachadas. Vivan las mamarrachadas. Psicópatas al poder. Y te pones a hacer el imbécil con una cerveza sin alcohol en la mano, comiendo pan blandito y creyendo en basuras sobre la democracia nada representativa, porque ninguna democracia es representativa. Identidades nacionales perdidas. Viva el Bréxit sin sonar nacionalista. Viva Atenas, aunque la helenización chirriaba, como los discursos en cualquier parlamento. Pero cuando dices lo que piensas, la gente (ese ente maravillosamente indeterminado), te mira mal: los amigos dejan de ser amigos y las personas con las que hablabas de futuro en posición horizontal dejan de hablar contigo en todas las posiciones. Pero Todo lo que amas cae demasiado en la caricatura, estira el chicle en momentos que no vienen al caso y se pone melodramática sin motivo aparente. O no. Ningún loco se da con dos piedras en los huevos, pero si matan a más gente, por lo que lo de la locura siempre es relativo. Ni tampoco recortan billetes de 50 euros. Cuando veo estas series siempre me acuerdo de las frases de don Manuel Alcántara, por algo será. Lo dicho, el infierno, también el de los nazis actuales, es demasiado personal, una mezcla de chats cutres, amigos raros, gente con demasiados complejos y mierda en la quijotera. No es fácil describir el zoo, porque hay mucho animal suelto que se escapa de la jaula, atemoriza al personal y luego o se quita de en medio a posteriori o ejerce la cobardía y reniega de su pasado como el mayor de los cagados. La pongo un escalón por debajo de Furia, pero como retrato (no sé si generacional o coyuntural) vale para este contexto de miras cortas y jodiendas con vistas al bosque de Oslo.

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