sábado, 13 de junio de 2009

Super 8.

13 de junio de 1995. Los Planetas publican su disco Super 8. Un cambio generacional se acerca. La primera noticia de Los Planetas, y yo sin darme cuenta, la tengo en unos apuntes de Biología que me dejó Fátima. Allí podía leer:
“Si está bien, si todo va bien, ¿por qué este dolor que siento?
Y si todo va bien, y si todo es tan sencillo, ¿por qué este vacío que siento?
Si está bien, si está bien, si es tan fácil, ¿por qué duele así por dentro?"

Pero no presté la atención adecuada, y pasé un poco del tema. Años después descubrí plenamente a Los Planetas, y mentalmente cada cosa tiene su etapa. Sus etapas, sus ciclos, sus momentos. Desamor, venganza y todo lo demás. Tema por tema, Super 8 es único e irrepetible. Pero hay que recordar momentos para que se crucen las miradas. Y ya que vamos a comenzar por el principio, empecemos. Por De viaje.

De viaje. Joder con De viaje. Su primera frase ya es paradigmática: Podemos irnos juntos de este mundo tú y yo. No creo que exista una fórmula para cada canción. Hay que darle una interpretación personal a cada canción. Y punto. Y De viaje, aparte de su explicación lisérgica, que está ahí, que es evidente, hay muchas cosas más. Hay un momento en la vida que la única solución es irte, escaparte, lograr abandonar lo que parece convencional. Y las dimensiones emocionales hay que aprovecharlas, porque siempre es una palabra falsa. Siempre no existe. Siempre no vale. Esa manera de escapar siempre será una oportunidad fallida. Es una posibilidad en condicional. Todo está condicionado, todo por contaminado por mierdas que lo desvirtúan todo. Y este mundo muchas veces se hace insoportable. Y punto.

Qué puedo hacer. Jesús Llorente, en su libro Los Planetas. La verdadera Historia, habla en la página 22 de este tema como de “trauma post-ruptura”. Y es así. No hay mejor definición, ¿no? Es que está claro. El tiempo pasado y las emociones que siguen así. Pasar por los sitios, por los lugares comunes. Dices que no lo vas a hacer, pero lo haces. Y esperas, y no lo aguantas, pero vuelves. No digo siempre, porque siempre no existe, pero a menudo lo haces. Y fallas en las conclusiones, porque las premisas fueron otras. No se pueden extrapolar las relaciones en el tiempo. Cada una tiene su momento, sean días, meses o años. Y cuando quieres que algo cambie, no cambia. Todo es mentira. Y todo si que existe. Y es una paranoia recordarlo.

Si está bien. Ya he dicho que fue mi primera alusión, mi primer conocimiento. Y esas estrofas lo resumen todo. Todo es mentira porque siempre hay heridas emocionales. Nada es fácil, ni sencillo. Todo es complicado, supercomplicado, hipercomplicado. Y no hay rebajas ni marcas blancas en el sistema de desamor contemporáneo. Dolor continuo, incomprensión, y todo lo demás. Un cactus que te pincha continuamente, pero quieres ese dolor, ese veneno que no te termina de inmunizar. Porque una cosa es la gripe A y otra cosa el desamor. Y el desamor, de verdad, sí que es una pandemia. Eso si que es dolor.

10.000. Vuelvo al libro de Llorente, porque sobre este tema hay múltiples interpretaciones. Dice literalmente que “según J trata sobre unas amigas de 15 años que viven siempre al borde”. Esto es como todo. La primera vez nunca es la primera. Intereses creados, celos adolescentes, sudor creíble, humo que cierra los ojos y ojos que se cierran no por el humo precisamente. El momento de desaparecer no es siempre la muerte. Y todo está aprendido desde el colegio. Que antes de la LOGSE se aprendía mucho en el patio del colegio. Muchísimo. Y 15 años dan para mucho. Aunque ahora, pese a que el latín no es obligatorio, se saben muchas cosas. Comulgar y copular y todo lo demás. Himno total. Increíble. Esto si que crea inquietud. Estas letras. Lo demás son milongas. Esto es una canción en condiciones. Y punto.

Jesús. Mostrar el verdadero rostro no siempre es posible. Hay retazos, hay un óleo sobre lienzo en el que podría pintar cómo eres. Y tu misión es una cruzada en la que sufrirás mucho. Eso es la vida. Sufrir, sufrir, sufrir. Fracaso, fracaso, fracaso. ¿Piensas que has triunfado alguna vez? Eres un julay, entonces. Un tonto, un incauto. Eso es lo que eres. Las cadenas de la libertad. Verás algo que no te gustará. Todo es fracaso, que lo sepas. Y se queda junto a ti, en tu DNI, en tu vida laboral, en tu cotización en la Seguridad Social, en tu expediente médico, y en tus antecedentes penales. Que lo tengas claro.

Brigitte. ¿Vas a intentar cambiar un pensamiento? ¿Muy difícil? ¿Imposible? ¿Confías en alguien? ¿Crees que confías en alguien? Nunca. No se puede confiar en nadie. Hay puñaladas evidentes. Otras por la espalda. Y esa inquietud desconocida, mitad pesadilla, mitad sueño, sigue latente. El ambiente es el que es. No lo vas a cambiar con ese careto. Y esto si que es creíble. No creas en los sueños. Es tu pesadilla, y es real. ¿No ves la sangre?

Rey sombra. La solución está en esos medicamentos, casi siempre. Aunque ese eufemismo, llamémoslo como queramos, es un castigo. Todo está inventado. Nada queda por intentar, nada por hacer. Y la reclusión es la solución. La calle, y no sólo en verano, es un infierno. Llueve menos bajo ese techo y estas cuatro paredes. Los sentimientos, intangibles eternamente. Y el anhelo, y la compasión, quedan como recuerdos. Y aquí me quedo. Mejor me quedo aquí, porque el miedo continúa. Y lo hará eternamente. Aunque te mueras.

Desorden. Ya he hablado de Desorden en el mes Ian Curtis. Una figura que se merece todos los homenajes posibles. Ahora se visualiza muy bien gracias a pelis como 24 Hour Party People o Control. Pero hace quince años había que ilustrarlo con una canción mágica como este Desorden. La única solución es no jugar, no intentar sobrevivir en un limbo de terror. Todo se repite. El alma partida por tantas cosas. Por tantísimas: ese abismo que no se va, ese barranco existencial en el que saltar al vacío. Y esa cuerda. Dos o las, pero siempre las palabras. Y lo que no tiene fin, no acaba nunca. Y eso sí que necesita una solución, en plan palestino.

La caja del diablo. Lo es todo. El himno que nunca te cansa. La pesadilla recurrente, el desplante neuronal, bilis a la enésima potencia. Lo tiene todo. Y múltiples interpretaciones.

Siempre digo que sobre música hay poco que escribir. Sólo hay que escuchar y sentir, y no siempre por ese orden. Eso pasa con Super 8. Que es puro sentimiento. Y punto.

2 comentarios:

La sonrisa de Hiperion dijo...

ME encanta la música que me pones los sábados y los domingos por la mañana.

Saludos!

supersalvajuan dijo...

Estos son himnos atemporales.