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sábado, 5 de abril de 2025
Conflicto. Primera temporada.
Ahora que vivimos en el eufemismo sobre la guerra y no utilizamos esa palabra (ni rearme), no está mal ilustrar con muertos lo que supone una invasión. Ya nos trataron como gilipollas (lo que somos, aguantando a estos políticos) con pandemias y crisis ladrillescas, con impuestos y peajes varios, y ahora redoblan el tambor de la ignorancia con motivos apocalípticos. Viendo Conflicto nos damos cuenta que un kit de supervivencia de 72 horas (vulgo, mierda) no vale para nada. Cuando se pone fea la cosa, solo hace falta gente preparada, armas de verdad y no un ejército de auxiliares de clínica que te limpian el pañal y te ponen un poco de talco para evitar las llagas (bueno, ahora nada de talco, que los de la agenda dosmiltreinta dicen que es malo). No. Las llagas están en este sistema corrupto. En Conflicto vemos que todavía hay soldados que se niegan a aceptar controles externos, invasiones injustas (o quizás es mejor de lado la palabra justicia, eso que ya no existe en algunos países supuestamente democráticos). Da igual que sea Finlandia o Torre Pacheco, pero una invasión militar hoy es posible en cualquier sitio. España lleva en bragas militares mucho tiempo, con mandos de unos militares más pendientes de su sueldo que de lo militar, no vaya a ser que el veraneo en Ibiza lo pierdan. Cuando dejan de funcionar las maquinitas, nos aterramos. No. Y los drones no son para controlar el tráfico, eso ya lo sabemos. Guerras híbridas. Caos entre políticos, que siempre joden la marrana. Y Finlandia no es Afganistán. ¿Se puede confiar en los rusos? ¿Se puede confundir a ucranianos y rusos? Noticias falsas para apaciguar al personal mientras la militarización se completa en la zona invadida: “Todo es una farsa. Se trata de confundir a la población por todos los medios posibles”. ¿Qué no es una farsa en esta vida? Virus bancarios. Servidores en Yankilandia. ¿Se puede confiar en los aliados de la OTAN? Viva Finlandia. Bicefalias políticas que solo traen líos. Hágase querer por un búnker. Videos. Redes sociales. Pero como sucede siempre, son las personas (a falta de los gobiernos, ineptos), las que responden a la invasión. Pero todo es relato, todo control de narrativa, todo mentira. Petroleros oligarcas. Los que mandan. Historias inventadas. Olor. Lo bueno de Conflicto es que no sabes lo que puedes creer, porque todo es mentira. Lo inventado que llega al poder, el viejo poder con olor rancio, el nuevo poder que nunca llegará por su fragilidad. Alto. Alto. Alto. Rendir(se) no vale. No vale. No. El recuerdo de Sbrenica. ¿De verdad hay que recordar Sbrenica? ¿La ONU? ¿Los niños? ¿Matanza? La memoria, esa gran olvidada en el día a día. Rendición para otros. Antes muertos que perder la vida. O perder lo poco que tenemos, sea el enemigo reconocible o no. O como decía el hombre de la camisa verde, nuestros enemigos no siempre son reconocibles. Sbrenica. Si no nos acordamos de anteayer… Mejor pasar, mejor olvidar, mejor creer que todo se soluciona con la carpa de E.T. (EHDLC dixit). Y cuando nada es reconocible, como presidenta o como marioneta, nos preguntamos: “Qué significa esto?”. Ojos abiertos antes que escuchar. Bloquear redes sociales antes de la respiración. O respirar. Cuñadas que lo joden todo. Inconvenientes que hacen llorar. Responsabilidades nada compartidas. El llanto en soledad de la lideresa, cagada en su disfraz, llorona en su debilidad. Ni esperanza ni sueños imposibles. Y luego siempre la palabra chantaje, esa palabra que nos roba la familia y lo que haga falta. Mercenarios vendidos a su precio, que siempre es alto aunque vayas en clase turista. Guiris en el sitio equivocado en el momento equivocado. Advertencias no admitidas. La fuerza siempre gana, aunque las pruebas están hechas con el motivo menos aparente. Militarícese, continuamente. Adiós a las palomas blancas (y a las otras). Conflicto, en su intento de reflejar un momento, se queda corto, y no se atreve a llevar el asunto hasta el final. O no quiere, como nosotros no queremos coger las armas ni largar al intruso, no vaya a ser que nos llamen la atención. Y tengamos que agachar la cabeza. Y siempre acabamos mirando al suelo, aunque no pasemos por Antonete Gálvez.
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