Línea mortal

Y, después de la línea, bingo. He vuelto a ver Linea Mortal, (1990). Cuatro tipos y una individua, estudiantes de medicina, aspirantes más bien a veterinarios que juegan un rato a estar entre la vida y la muerte. A buscar alguna respuesta (¿hay alguna fuera de un gintonic? ¿me he pasado con el London de hoy?). Si buscas alguna, en lo referente a Dios, hay miles. Yo dejo aquí una del Eclesiastés (9, 7): ¡Vamos, pues! Disfruta del pan que comes y goza del vino que bebes, porque a Dios le han agradado tus acciones. Se trata de buscar una expiación, una redención, un ajuste de cuentas con el pasado, el presente y con pasado mañana, porque el futuro no existe. En este vertedero que es la vida no hay que buscar respuestas, sino estrellas. Las obras son realizados por los sabios, dice también el Eclesiastés. Lo que hacemos nosotros es otra cosa. Es ir de un sitio a otro dando tumbos, palos de ciego y todo lo demás. Una busca la solución a la adicción a la heroína de su padre. Qué triste, oye. Todos los excombatientes lo pasan mal, pobrecitos. Habrá que ver que dicen los chicos del clavel, o la rosa, o lo que repartan en los mitines, cuando, por obra y gracia de Alá, y el invento de las civilizaciones, los chicos y chicas, cómo dicen ellos, que están en misión de paz en Afganistán (que gran canción de Tachenko), se les desvíen las dos neuronas y salten desde el decimoquinto. Piso, quiero decir. Otro de los cipayos, busca la respuesta, mientras no para de tocarse el flequillo, de porque se reía de una chica de color negro. Pues por lo mismo que si hubiera llevado gafas de culo de vaso, pues por eso. Eso nos ha pasado a todos. El otro, que mató a otro, y todavía quiero resucitarlo. Y el otro es un campeón que goleaba todas las noches, y lo grababa a escondidas con su videocámara. Vaya desperdicio de idea con historias panochas. Será que querían conocer su interior, no sabían donde ir. Vaya julays.