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sábado, 11 de abril de 2020
Band of Brothers. Primera temporada.
Empieza Band of Brothers con una puta instrucción. Instrucción por un tipo que salía en Friends… ¿Esto es real? ¿Un cabrón graciosillo de Friends ejerciendo el mamporrerismo en una compañía que prepara a la soldadesca para la Segunda Guerra Mundial? Pues quizás sea eso lo que nos falta ahora, más instrucción. Mucha más instrucción, hasta potar la pasta con tomate que te acabas de tomar. O no. ¿Vale algo el esfuerzo? ¿Vale algo el sacrificio? ¿Nos sirve de algo enseñar unos principios? ¿Puede el Ejército equivocarse? ¿Existe el Principio de Peter en el Ejército? ¿Existe el Principio de Peter instalados en tiempos coronavíricos? ¿Tiene futuro la Vieja Europa después de la I Guerra Pandémica del Siglo XXI? ¿Nos quedará algo? ¿Nos sirve de algo la enseñanza del pasado para poder contemplar el mañana postcoronavírico? ¿Qué fue de nuestras cartas? ¿Fuimos fieles a nuestros principios antes del desastre? ¿Seremos libres para opinar después de esta mierda? El orden, el caos y el viento de levante. Motines, motines, motines. Seguimos con el Principio de Peter. ¿Cómo cojones permitieron los líderes europeos a Hitler hacer o que hizo? Abriéndole la jodida puerta, mirando para otro lado, aplaudiendo daños colaterales porque nunca llegaría a ellos. Nunca llegaría al Sena hasta que llegó, como un virus de mierda un ocho de marzo de mierda. Band of Brothers también empieza con la necesidad de cambiar al inepto de lugar, al incapaz de un puesto de responsabilidad. El fuego, la lluvia y las jodiendas con vistas al Támesis. O a la bahía. ¿Habrá rencor después del colérico día después de la paranoia coronavírica? Vaya usted a saber. En los nidos de víboras únicamente sobran borrachos tuiteando bestialidades. Escribía Juan Soto Ivars sobre lo que hubiera ocurrido el 11M con personajes como yo con Twitter. ¿De qué hubiera servido esa rabia? ¿Nos hubiera ayudado la iracunda salitre de nuestra voz? Reflexiona Band of Brothers sobre la importancia de las bajas, de las bajas con nombres y apellidos, en primera persona del singular. Cada una, no solo como un número de identificación, no solo como una caja de pino (si es que cada pino para tanto muerto, que escribió alguien el otro día). Ni en el jodido Líbano. La noche, la hora, los relojes. Y siempre hay alguien conocido que muere en Italia o en el pueblo de al lado. ¿Cuál será nuestro día D contra la pandemia? ¿Lo sabremos ese mismo día? Y ese piano en mitad de una calle… Ganar palmo a palmo, minuto a minuto, siempre sin descanso. Y Bastoña como paradigma de esta mierda que vivimos: solos, desamparados, sin ayuda externa, a verlas venir. Frases hechas para un desastre que nunca debió ocurrir en esta magnitud. Cádaveres, y más cadáveres y más daños colaterales de algo que nuca tuvo que pasar. O Sí, vaya usted a saber. Cada uno tiene el diablo que se merece. No lo sé. ¿Somos responsables de elegir a un Hitler? Pues quizás, sí. Quizás Alemania, otra vez, escogió su particular salida a ese periodo traumático.
Coda: Pero todo esto es una mierda. Si no puedes contener el vómito, te jodes, te tragas tus babas y te pones el noveno capítulo. De golpe. Sin más. Llegar a un campo de concentración nazi después de seis horas quemando gente viva antes de largar(se). Lo demás, no importa: ni el bicho ni nada. Nada. Ni Sánchez. ¿Se puede comparar a un fraude con un campo de concentración? Pues no. No hay jabón suficiente en el mundo, como me dijo una vez EHDLCV (y acababa de recordar un día de accidentes en su puesto en urgencias después de llegar con sangre en las uñas a su casa en la Avenida de El Palmar, antes Carretera de El Palmar). Todo es mentira: El nido del Águila, Austria y el béisbol, las jodiendas con vistas al lago de Heidi y lo que te quieras imaginar. Todo es una puta mentira. No hay término medio Nunca.
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