Hace 1 hora
lunes, 27 de abril de 2020
Vikingos. Primera temporada.
Tuvo que llegar el final de abril de 2020, más de cuarenta días después del principio del confinamiento coronavírico, para que empezara a ver la primera temporada de Vikingos. Aunque yo la hubiera llamado Salvajes, o, siguiendo la terminología del gobierno del confinamiento (o de una parte del gobierno del confinamiento), Salvajas o Salvajos. ¿Me incluiría yo con mis ojos entre los Salvajas? Supongo que sí, que todos, antes o después, acabamos convertidos al salvajismo. O salvajisma. O salvajisme. O lo que sea la mierda que nos venda el ocho marciano y su lema para nuestros ancianos y enfermos: "Solo y abandonado, serás enterrado". Las comas se las dejamos a los seguidores seguinianos. Estos salvajas, salvajes y salvajos deciden, como si de unos irritados del 15-M, asaltar los cielos. Y quien dice dice asaltar los cielos, dice llegar a Inglaterra y matar monjes y llevar cálices. Pero los salvajes, salvajos y salvajas viven en mitad de una guerra civil. Sus deliberaciones son, por así decirlo, entre calviñistas y eclesiásticas. Todo muy (in)civilizado. Todo muy de enterrar y cortar cabezas que no piensen como la tuya. Lo del viaje a Inglaterra, como todos sabemos, es un bulo. Y los bulos, siendo conde vikingo (o vikinga, o vikingue), hay que perseguirlo. ¿Pero es bulo o bula o bule? Toca robar cálices, porque todos queremos salir de nuestro piso de Vallecas, de nuestra casa de Aljucer, y vivir en La Navata o en Chelsea, o donde cojones queramos vivir. Y con becas black y tarjetas black y cuchillos black todo se consigue. O casi todo. Y tiene cojones que el conde malo malísimo sea uno de los Sospechosos habituales. Los jodidos sospechosos habituales. Y si hay que recuperar a los Byrds y el Turn, Turn, Turn, se recupera, que siempre hay un sacerdote que lo recuerda. O no. Nada como un tipo sin ojos como oráculo, como altavoz de dolor y pandemia, como micrófono de pestilencia y sangre, como locutor de un infierno en la tierra. Ríete tú del Apocalipsis de San Juan. Y sí, "todo en la vida son cuentos". Y en época de coronavirus, chinos. Cuentos chinos. El lobo, el pastor, el rebaño. Vikingos es una metáfora sobre esos rebaños que siguen a un pastor, y luego a otro, y luego a la mujer del pastor, y si el pastor se queda viudo, a la segunda mujer del pastor. Y despedir a los hijos muertos. Y todo lo demás, también.
Coda: Y para acabar la temporada, también pandemia en tierras escandinavas. No nos libramos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario