viernes, 14 de enero de 2022

Station Eleven. Primera temporada.

Creemos saber más que nadie sobre enfermedades, sobre epidemias, sobre bichos. Muchísimo. Somos lo más. Somos los mejores pepinillos en vinagre en una cosecha muy mala, somos carne de primera cuando el resto come mierda. O no. Station Eleven es un poquito (no mucho, tampoco lleguemos al Apocalipsis existencial de golpe). Creemos en cosas, en objetos, en personas, pero no deberíamos creer. Nunca. Station Eleven nos hace pensar sobre las decisiones tomadas, sobre los errores (cometidos o no), sobre la capacidad de escoger y equivocar(nos) una y otra vez. Advertencia, penitencia, error sobre error. Ahora, a posteriori de los inicios del penúltimo caos, todos damos clases magistrales, sobre lo que hacer, sobre lo que no hacer. Sobre todo. Déjese querer por un regalador de consejos. Pero siempre hay refugios cuando el caos llega. Recuerdo aquellas videollamadas y correos con mis alumnos: la tónica habitual era el aburrimiento. Se aburrían. Se les caía la casa encima. No estaban preparados para el caos. Tampoco lo estamos ahora. Pero siempre hay refugios, y si son artísticos, mejor que mejor. Pero en el teatro, como en la vida, siempre se lleva todo al extremo (aunque en el fútbol ya no hay extremos a la vieja usanza). Y nos convertimos en monstruos: somos lo peor. Con la pandemia coronavírica no hemos sacado lo mejor. Ni mucho menos. Yo creo que nos hemos vuelto más egoístas, hemos puesto barreras. No sé si ayuda, en estos momentos de frenazo de finales del 2021 y principios del 2022, el visionado de Station Eleven. ¿Esperanza? Quizás. Es como el infierno, sigue siendo una cosa muy personal, peor yo no veo que esto mejore. El personal no se refugia en Hamlet ni en reyes del pasado, no toma conciencia de los percances de antes y de ahora, del bochorno político y la falta de previsión. ¿Reflexión? ¿Sirve de algo la reflexión? Yo creo que no. Todo mentira. La farándula, con sus frases lapidarias: “Somos artistas, vivimos atemorizados”. ¿Eso fue antes o después de la guerra de Irak? También se pregunta Eleven Station si morirías por un extraño. Pues no lo sé. No sé si me comportaría como un mártir, me jode pensarlo. Más frases que deja la primera temporada: “La civilización es un mecanismo complejo y autocorrector, como una persona, pero con cierta conciencia”. Y visto que no hay solución, subrayo (con boli rojo), otra oración para levitar antes de la siguiente cena: “A lo mejor no deberíamos repoblar el planeta”. Quizás. Una buena frase, para seguir pensando, para darle, aún más, a la reflexión. Volver al frío, a la glaciación, al estío en el que somos nadie, a la recreación con rollos de papel higiénico, al chubasquero con bolsas de plástico, al reciclaje como símbolo de la degeneración, al avión estancado que no arde hasta que revienta, al San Pablo que se pasa al lado oscuro pero sigue teniendo su corazoncillo, a la mentira de la gripe, a la justicia que explota en la cara, al cojo que busca redención porque no escribe con su nombre, a la secta en la que todos vivimos pero endulzamos con otro nombre. Y volver, reencontrar el pasado y ejercer la contrición, evitar el pasotismo y dar un paso en la venganza, esconder tus dudas y que el príncipe de Dinamarca sirva como expiación. Una joya esta primera temporada de Station Eleven.

No hay comentarios: