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domingo, 9 de enero de 2022
Una lección olvidada. Viajes por la historia de Europa.
Con varias citas, una de ellas de Modiano, empieza Guillermo Altares su ensayo Una lección olvidada (Viajes por la historia de Europa), y refiriéndose a la Escuela de los Anales, hoy olvidada por muchos en las facultades, que de todo hay en el viejo continente. Reflexiona el autor sobre las distintas salidas que han tenido los países a los problemas con los que se encontraron y se encuentran, con lo que hubo y habrá que reconducir. Y marcando diferencias, se refiere en el prólogo al Portugal de la Revolución de los claveles y a la Hungría actual, pero también habla de la desaparición de los neandertales y el origen de la lengua indoeuropea. Nuestro continente es complejo y rico, y como diría el hombre de la camisa verde, no deberíamos seguir jodiéndolo. Y si cita a Jacques Le Goff, nos gana. El primer apunte sobre Europa nos lleva a la cueva de Chauvet y a las imágenes de Lascaux, de las que tanto sabe Juan Perigord pero a las que tanto cuesta llegar por las rotondas (sí, esas que veíamos en los veranos en el Tour). Relata GA esa frontera natural del sur europeo, la de olivos y castaños. Y nos lleva a pensar el autor si ver una réplica es de verdad arte o no. Yo recuerdo las cintas que me pirateaba mi amigo Agustín, y, sí, aquella música replicada en casete también era arte. Y está bien que alguien te recuerde que no todo es En busca del fuego, que también se puede ver La cueva de los sueños olvidados de Werner Herzog, de 2010 (no tenía ni idea de su existencia). Chauvet es definida por Altares como una “isla en la prehistoria europea”. Además, se refiere el autor a la gruta de Cosquer, otra olvidada hasta que ya no lo fue. Cita a Leroi-Gourhan (si no me falla la memoria los citaba mucho el profesor Eiroa García) y se pregunta, un poco más adelante, la pregunta que tanto nos hemos hecho una y otra vez: “¿Qué significan las pinturas?”. También nos recuerda GA que allí tenemos las primeras huellas que nos han llegado de Europa, las de un crío que no llega a los diez años con un perro o un lobo: 26.000 años. Y nos deja Altares otra frase de las que hacen reflexionar: “El turismo de masas se está convirtiendo en una amenaza mayor para el patrimonio que los conflictos bélicos”. Le da hilo a la cometa de la reflexión, y se pregunta el autor si el final de las grandes obras de arte será su protección ante el turismo y si serán las réplicas la única solución. Altamira, Lascaux, Chauvet: elijan ganador. Y puestos a pensar, también recuerda la escena del pozo de Lascaux (esa que antes nos estudiábamos para las oposiciones, cuando eran oposiciones y no lo de ahora), y aquel bisonte, y aquel rinoceronte y aquel tipo que podría ser conde de una isla española. El segundo apunte que hace GA nos lleva al valle de Ötzal en los Alpes, para reflexionar un rato con todo lo que supuso el hallazgo del Ötzi, el Hombre de los Hielos encontrado en 1991. Otra frase del autor para apuntar y subrayar con boli rojo: “En la Europa del siglo XXI, pensar que se puede controlar la naturaleza es una ficción”. Lo acabamos de ver con nuestra pequeña isla canaria, pero los ejemplos son múltiples. Del Mar Menor, Los Urrutias, El Carmolí y ese desastre, hablaré otro día. Ötzi, asesinado por la espalda. ¿Quién pijo lo asesinó en ese sitio? ¿Por qué motivo? Como dice GA, esta momia (Biden no entra en este libro) deja muchas preguntas en el congelado aire, y tenía sangre de 4 personas entre sus pertenencias. Estaba hecho un Steven Seagal pero murió en la refriega. Cita a Steven Pinker y su ensayo Los ángeles que llevamos dentro en el que se asegura que “la prehistoria es un lugar donde uno tenía grandes posibilidades de resultar herido”. Hoy habría que añadir que los institutos también lo son para profesores y alumnos, pero estamos todavía en La Edad de los Metales. Pone GA el desarrollo de la violencia y la solidaridad a la par en estos momentos previos al Neolítico, en todos los momentos. Viva el cobre. Ötzi y sus 5200 años y su intolerancia a la lactosa y su hacha de cobre procedente de la Toscana. Lo dicho, esta momia deja muchísimas preguntas. Y volviendo a la escuela de los Anales, cita a Braudel y El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II para recordarnos que la historia no es una novela. Otra frase que deja GA: “El pasado, no lo olvidemos, es un país remoto”. Antes de entrar de lleno en el tercer apunte, GA hace un preámbulo de lugares en los que hubo matanzas, y disparos y bombardeos: cita la calle de la Espada en Madrid (y recuerda lo que escribió Arturo Barea en La forja de un rebelde), Mostar, la plaza de San Wenceslao en Praga… Asegura el autor que “la guerra y la violencia han trazado su propio mapa del continente”. Nos recuerda el autor el origen de la palabra genocidio y a Raphael Lemkin. Muchas veces, con los alumnos, hablamos de palabras y repasamos vocabulario pero no buscamos o indagamos los suficiente dicho origen. Nos aporta GA opiniones de especialistas sobre Homero y La Ilíada y la influencia y el interés que despiertan, y también nos recuerda que hay leer a Robin Lane Fox (a aquellos que todavía no lo hemos hecho). Apostilla GA escribiendo sobre Grecia y sobre las guerras y aquel siglo VIIIa.C. : “El odio, la violencia, pero también la justicia que debe regir, de alguna forma, las guerras, basada en la piedad y en la empatía entre los enemigos: todo lo que cuenta Homero es excepcionalmente moderno”. A veces le digo a mis alumnos expresiones y no tienen ni idea: “Que arda Troya”. Ni saben de Troya ni de su guerra ni del siglo XIIIa.C. Nada. Igual que yo tampoco sabía que el barrio marsellés de Le Panier que vemos en películas y series fue fundado por napolitanos emigrados. Este tercer apunte, abruma. En el cuarto nos lleva GA al incendio de Roma del año 64, pero antes nos recuerda la importancia del agua en el mundo romano empezando con el ejemplo hiperclásico del acueducto segoviano. Otra frase de Altares: “Todo lo ocurrido después de Roma es, en cierta medida, una broma”. Y citando a Stephen Dando-Collins y su obra Arde Roma, nos recuerda la importancia de los incendios de los años 6, 12, 22, 26 y 36, y aquella guardia de bomberos creada por Augusto llamada cohortes vigiles. Pero el gordo, el del 64 y siempre aparece Nerón. Nerón, ese personaje que nos sigue atrayendo pese a las toneladas de mierda que tiene encima. Altares pone el ejemplo de las persecuciones a los cristianos, que no están documentadas en este mandato. También alude el autor a la relación del emperador con el filósofo y usurero Séneca, dejándonos otra frase que nos vale para cualquier momento: “La hipocresía no es un mal de la política moderna”. El siguiente apunte nos lleva al brexitiniano Cirencester y al año 407 (la antigua Corinium, segunda ciudad romana en hooligalandia por aquel entonces). Y pasó de unos 12.000 habitantes o unos pocos de un día para otro. El Hello Godbye de los Beatles en versión romana. Cita GA a Georges Duby y sus obras Guerreros y campesinos y la clásica La época de las catedrales para recordar que aquello fue “profundamente salvaje”. Y, siguiendo a Duby, el autor recalca la importancia de los árboles en el Medievo, como ha quedado patente en sus representaciones. Y me entero por Una lección olvidada del asunto del cuadrado Sator… Reflexiona también el autor sobre la decisión de la construcción del muro de Adriano, y las consecuencias que trajo dicha obra. Escribe GA al respecto: “El muro tiene algo de derrota, quizás realismo sea la palabra más adecuada, al establecer un límite a un imperio que ya no podía ser infinito…”. Resalta Altares la importancia del muro como barrera comercial y arancelaria y como la Londres romana fue abandonada totalmente y no fue hasta siglos después recuperado su espacio. El apunte posterior nos lleva a Albi y a 1209. La cruzada albigense, la lucha contra la herejía y esas cosas que nos enseñaron la carrera. Resume bien el autor la locura que se inició y que no paró con la siguiente frase: “La religión fue el pretexto para grandes atropellos durante toda la Edad Media y la Modernidad”. No solo recuerda GA a Mary Beard a lo largo del libro, también lo hace en este apunte con Brian Fagan y su La pequeña Edad de Hielo para reincidir en la importancia del clima en los sucesos históricos, y como el XII y XIII vivieron una época cálida que permitía la construcción de impresionantes catedrales. Nos lleva también esta lectura a otra de esas obras que estudiábamos en las oposiciones, el baptisterio de Parma, para contraponerla a la catedral de Albi, más parecida a un castillo según GA. Buena jarana la de aquel julio de 1209 en Béziers. Simón de Monfort y sus secuaces y todas aquellas historias que nos contaba la profesora Martínez Carrillo. Todo ese jaleo que llevó a la par, como cuenta el autor, la creación de universidades, el desarrollo del gótico, las persecuciones a las herejías, el comercio y la incipiente burguesía, pero también de las grandes batallas (cita Altares el saqueo de Constantinopla por los cruzados en 1204, las Navas de Tolosa de 1212 y Bouvines de 1214). Y hablando de personajes, subraya el autor a Inocencio III hasta su muerte en 1216, a Gregorio IX que en 1223 hizo permanente la Inquisición y la puso en manos de los dominicos y a Inocencio IV que en 1252 permitió las tortura. El siguiente apunte pone fecha (1391) y lugar (Sevilla), pero la persecución de los judíos no tiene fin aunque el autor va a su posterior desarrollo en el XIX y el XX. El autor cita a Sisebuto en el siglo VII en la península Ibérica como un monarca que expulsó a judíos y obligó a otros a su conversión, y sigue con Recesvinto. Pese a todo, recuerda GA citando a Julio Caro Baroja que matanzas de judíos fueron realizadas por musulmanes y cristianos. Y con las cruzadas y el año 1000, los judíos aparecen como culpables y asesinos de Cristo, y de ahí en adelante, todo lo demás. Tampoco sabía que Lutero era antisemita. Ahora que hablamos de pandemias como si todos fuéramos epidemiólogos, GA recuerda también que en muchas ciudades culparon a los judíos de la Peste Negra de 1348 y nos trae a la memoria la iconografía de la “cerda judía” de algunas iglesias de la Edad Media europea. Cita GA al clásico Emilio Mitre y a Nuria Corral para hablar de historiadores que han estudiado la persecución a los judíos de 1391, primero en la parte sur de la Corona de Castilla y luego en la Corona de Aragón. Abro un paréntesis para recordar que en las oposiciones de 2002 aparecía un mapa con estas persecuciones, y a mí me pillaron in albis, y no lo olvido, y cada vez que tengo la oportunidad de explicar en 2º de Bachillerato la Historia de España (cada vez, menos), siempre le recuerdo a mis alumnos el mapa en cuestión. Citando a Nuria Corral, Altares recuerda esa alusión a los judíos como “pueblo deicida”, pero que tenían muchas aristas socioeconómicas. Y ahí, justo ahí, recuerda un nombre GA, el de Ferrán Martínez (sí, como el pívot de baloncesto), un clérigo arcediano de Écija que en sus sermones atacaba a los sefardíes. De ahí pasa al 31 de marzo de 1492, al decreto de expulsión de Torquemada y todo lo que ello supuso para la península ibérica y para el mundo conocido. El siguiente apunte nos lleva a 1604, nos lleva a Roma, nos lleva a Caravaggio pero GA nos lleva, de primeras a Michel Pastoreau, un gran estudioso de la Edad Media y de los colores. El autor nos lleva, tras una charla recordada con Pastoreau y citando a Geoffrey Parker, a recordad la importancia del clima en la Historia, poniendo en la balanza los siglos cálidos del X al XIII en el Medievo ante la Pequeña Edad de Hielo que transcurre entre el XIV y el XIX, que llevó a una etapa de múltiples convulsiones, cambios y revoluciones. Uno de esto desastres, las guerras de religión que llegaron con la Reforma es analizado también en este apunte. Caravaggio es un mundo aparte, un universo paralelo, no hay libro que pueda abarcar una etapa de su vida. Y más jarana infernal con la peste de 1665 o el incendio de Londres de 1666. El siguiente apunte lleva la fecha de primeros de noviembre de 1755 y su enclave de referencia es el de Lisboa: GA lo titula El final de un mundo. Antes de llegar a Portugal, el autor nos recuerda el terremoto de Siciclia de 1693 y el pasado normando de la isla. En el caso lisboeta, las sacudidas que se fueron sucediendo fueron preludio de los distintos incendios que se sucedieron a continuación. Enumera Altares ciudades y países que se vieron afectados fuera de Portugal, de Sevilla a Cádiz, pasando por Zamora, Cornualles o Marruecos, y equipara el desastre a lo que conocemos por el tsunami de 2004. Dándole hilo a la cometa de la destrucción, nos recuerda el autor Pompeya, Herculano y aquella escultura de la cabra y el dios Pan. El décimo apunte lleva la fecha de 1770 y comienza con la colonización de Australia. A partir de ahí, hace el autor un capítulo estupendo pero de los que hace reflexionar, en torno a la emigración y la construcción de sociedades en distintos países fruto de la conjunción de gentes llegadas desde distintos lugares, nexo de millones de experiencias y situaciones complejas, anhelo de tantas cosas y casi siempre con orígenes humildes o de miseria. Un capítulo excelente, que podemos vivir en las aulas los profesores diariamente en cualquier instituto de cualquier barrio. El siguiente apunte nos lleva a las revoluciones francesas contemporáneas de 1789, 1832, 1848,1871 y 1968. No recuerdo estudiar nada de la Comuna de París de 1871. En la facultad, nada. Y de la Revolución Francesa, en primero de carrera, no me gustó como lo planteó la profesora Carmen González. Es un tema complicado. Cita Altares a Furet, denostado por muchos, y su El pasado de una ilusión, y se acuerda de Robespierre y de Fouché (cita la biografía de Zweig) y de muchos asuntos más. En la página 253 comienza el duodécimo apunte, con fecha de 1881 y recordando El primer caso de Sherlock Holmes en el 221B de Baker Street. Empieza el apunte hablando del archipiélago Svalbard, del carbón, de la emigración causada por la Revolución Industrial y los cambios que aquel cataclismo introdujo, citando la primera red de metro de 1863, el primer semáforo en 1868 y la planta eléctrica de 1882, todos en Londres. Reincide en La pequeña Edad de Hielo de Brian Fagan para recordar el ambiente de las grandes ciudades por las combustiones del carbón y la influencia de la tala de árboles a escala planetaria en el XIX que llevó implícita la subida de las temperaturas. ¿Nos suena? Pero los inventos y descubrimientos fueron numerosos y trascendentales. Y de ese estallido de creatividad pasa el autor al siguiente apunte, al primero de julio de 1916 y la batalla del Somme. Habla el autor de fronteras que fueron y que serán, del nacionalismo que llevó a aquella guerra y de los nacionalismos que ahora ponen en peligro los avances construidos lentamente durante décadas. Otro de esos apuntes para leer del tirón, en el que se muestra también la incompetencia de aquellos que permitieron aquel desastre. El decimocuarto apunte nos lleva a la Guerra, como le gusta decir al amigo Andrés Serrano del Toro, a los Madriles de 1936. Habla de ese Madrid de la Guerra del que muchos no quieren acordarse. También recuerda a sus abuelos y a sus padres, las matanzas de unos y otros, los paseos, las Checas y todo aquello sobre los que muchos quieren olvidar. El decimoquinto apunte nos lleva a 1938 a Moscú, a Simon Sebag Montefiori, a las Siete Hermanas y a otras tantas cosas de las que no nos hablaron en la carrera. El Gran Terror y los millones de muertos. Del holodomor tampoco había oído hablar. Yezhov, Beria y todo lo demás. Habla de Ágnes Heller, y de familias destruidas y de “que siempre se puede elegir”. De vez en cuando, cuando encuentro un grupo de alumnos con los que se puede reflexionar, siempre suelto la frase con la pregunta: “¿Me están utilizando?”. Siempre puede ser utilizada en varios contextos, en demasiados contextos. Pero hay algunas preguntas sorprendentes, de vez en cuando. El ejemplo Vavilov. La catedral de Cristo Salvador de Moscú. Y todo lo demás antes de llegar al siguiente apunte, en Berlín en la primavera de 1945. Escribe Altares: “El nazismo es un espejo siniestro en el que mirarnos”. Buena reflexión la de este apunte sobre lo que supuso la expansión de los ideales hitlerianos por el mundo. Hasta de Maus se acuerda GA en este apunte. En la página 369 empieza el siguiente apunte titulado Hiroshima en Bucarest (1965), en el que el autor reflexiona sobre el régimen de los Ceacescu. Siempre tenemos el recuerdo de la RDA como idealizado, pero la Rumanía ceacescuniana fue un régimen de terror absoluto. El apunte número 18 nos lleva a 1986 y al asesinato de Olof Palme. En este apunte reflexiona, enumerando diversas lecturas, sobre los problemas de los estados nórdicos que aparentemente están en los mayores niveles de bienestar europeo pero esconden graves problemas relacionados con el alcoholismo, la violencia contra la mujer o una incipiente xenofobia. El siguiente apunte nos lleva a Ámsterdam y al año 2004. El recuerdo del asesinato de Theo Van Gogh y de los periodistas de Charlie Hebdo en enero de 2005 son acontecimientos que van contra los cimientos de Europa. El autor también reflexiona sobre lo ocurrido durante la ocupación nazi y nos lleva al recuerdo de Ana Frank y las palabras de Stefan Zweig. El apunte número 20 nos lleva a Prístina al año 2008, en el que el autor da sus impresiones acerca del asunto de Kosovo y la locura del enfrentamiento balcánico. Vuelve a citar a Zweig y El mundo de ayer, y a Eduardo Mendoza para reflexionar sobre todo lo malo que lleva implícito el nacionalismo. También se refiere a Rebeca West y su Cordero negro, halcón gris. En definitiva, un gran libro con el que aprender del pasado de Europa y que nos ayuda a entender el presente y sus problemas.
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