miércoles, 14 de septiembre de 2011

El Séquito. Octava temporada.


He hablado casi diez veces por aquí de El Séquito. En menos de un año, con tiempo en la distancia, he visto estas ocho temporadas, y, con un poco de suerte, en meses veremos al prota y sus secuaces otra vez, esta vez en pantalla grande. Lo bueno de Entourage es que es como una montaña rusa. De hacer un pelotazo al mayor de los infiernos. Siempre pasamos del cero al infinito en un momento, pero es que es así. Lo que siempre digo, de la felicidad a la tortura (de Tortuga hablaré otro día, y de su tequila, también) sólo hay que cruzar un paso de peatones, y, en el caso de una estrella del celuloide y su séquito, unos cuántos de pasos de peatones y de pasos de cebras. Y luego viene todo lo demás. Ahora unos cuántos tienen problemas sentimentales, y otros, profesionales. Y a veces, como un atasco cerca de La Navata, se junta todo. Imprescindible, otra vez, Ari, su esposa, Dana, Lloyd y lo que viene detrás. Imprescindible, aunque, como casi todos los finales (aunque no he visto Perdidos), se podría discutir mucho y hablar hasta el día del juicio Final. Y punto.

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