martes, 24 de marzo de 2009

Por trece razones.


Anoche pude terminarme, al ritmo que marcaba Hans Zimmer, Por trece razones. Novelita para adolescentes, pero, acaso, ¿quién es el feo qué dice cual es nuestra edad mental? En fin. Auténtico ejemplo de la generación Crepúsculo, o eso dicen. La historia tiene sus momentos. Niña de instituto amargada por la vida y… por sus compañeros de instituto. Y decide poner punto y final. Punto y final. Eufemismos al poder. En fin, que decide empastillarse hasta la médula y decir chaíto. Porque ahora se dice chaíto, si no lo sabías. Chaíto pues. Y no tiene, la buena de Hannah Baker, otra idea que, antes de decir adiós, chaíto, au revoir o como pijo quieras decirlo, que grabar una serie de cintas de casete. Y se la manda a uno de los listillos que andaba detrás de ella, mister Jensen. El señorito Clay Jensen va desgranando el contenido de las cintas a la vez que rememora los últimos días de Hannah Baker. La primera parte va muy lenta, tiene pinta, y, a ratos es, tostón. Pero a mitad de la tortilla la cosa se pone interesente y la señorita Baker pone a cada uno en su sitio, a cada cerdo en su pocilga, a cada cabra en su monte. Todos andan perdidos, sin brújula ni guía. Sólo hay indicios. Me acuerdo que, cuando era estudiante, un tipo se quitó de en medio. Pero en el instituto nadie dijo casi nada. Yo lo conocía de vista, o quizás no, ya ni me acuerdo. No es que se le llorara mucho, la verdad. Porque los episodios son sólo eso, y hay veces que te duermes en los anuncios. Pues eso, hasta el próximo capítulo. Tiene el librito sus momentos en plan redentor, en plan “voy a hacer justicia”. Pero desde el más allá no hay quien haga justicia. Y punto.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Los muertos pueden volver si tienen una motivación, como por ejemplo decirte que dejes de fumar.

Doy fe.

Mordekai dijo...

¿No te parece que algunas de esas 13 razones son un poco exageradas?
Por ejemplo, lo de la señal de Stop. Vale que está mal no dar parte, pero tampoco es para ponerse así, sobre todo que no es nada que le haya hecho a ella. Es más, intentó llamar para avisar, no es culpa suya que no le diera tiempo...
Creo que no me gusta este libro porque me da mucha rabia cuando, al acabar una amistad, te mandan una carta para echarte en cara cosas a las que ya no puedes responder, y esto es llevar esa situación un paso más allá.

alfonso dijo...

¿13 razones?
entiendo algo de eso y son demasiadas razones
intentare leerlo

Sarashina dijo...

La de libros de estos que me suelo leer yo en un año -quiero decir a lo largo de un año, que la verdad es que me los leo en un par de horas-, y lo hago por ver si los críos los pueden o los deben leer. Lo que a mí me aburre, a ellos generalmente también. Creo que este no lo mandaría por lo que cuentas, le doy la razón a Alfonso, que trece razones son demasiadas para creérselo. En el fondo se reducirán a una, la única que no dice, porque esa, la verdadera, no se dice. Se la lleva el suicida a la tumba. El suicidio es un hecho complejo, que yo no termino de entender muy bien, pero sé que quien hace semejante locura está así, o sea, muy mal, muy loco, y muy angustiado, con lo cual no tiene ninguna disposición para hacer chorradas adicionales, como grabar cintas o echarle la culpa a nadie. En todo caso, alguna cartita menuda para precisamente lo contrario, descargar de muertos a los demás.

García Francés dijo...

Se nos ha ido un amigo, el Rey de los Hunos ha cerrado su yurta.

Sexo en la Cámara de los Comunes

En Inglaterra los pillan "cogiendo" y aquí les cogen "pillando". ¿En que manos estamos?

Tan impresentable uno como los otros. Aquí y allí nos dirigen ególatras, mentirosos y delincuentes.

El señor Niguel Griffith pensaba relajarse echando un polvete en el sofá de su oficina parlamentaria, se quedó con el culo al aire y demostró que es un perfecto gilipollas.

Lo terrible es que este necio exhibicionista es un laborista importante, íntimo amigo del Sr. Gordon Brown.

Espero que este gentleman limpie bien el despacho para su sucesor.

Sexo en la Cámara de los Comunes

Joséphine Aude dijo...

Sin ninguna razón, prefiero también el té con leche, aunque aquel día todo me sabía ácido.

Anónimo dijo...

Decir chaito, largarse, perderse, desaparecer... a veces es necesario