domingo, 19 de abril de 2015

La chica de Los Planetas

Conocerse un treinta de noviembre. Y a partir de ahí, todo lo demás. Cada uno tiene su propia entrada en su blog particular, cada uno queda en una estación de metro concreta, en una parada de autobús esperando un búho, cada uno elige su bar y su restaurante preferido. Pero lo que empieza uno treinta de noviembre, de cambia para siempre. Holden Centeno nos cuenta la historia de cada una de nuestras vidas: la pasión, los encuentros y rozaduras, las charlas sobre Bukowski y sobre la Niebla unamuniana, la música de Wagner y las cuitas del joven Werther, y el Federico del Súperhombre. Pero lo que ilustra con palabras Holden Centeno es mucho más: es cada una de nuestras historias, cada rincón que tenemos al lado nuestro y con el que no nos hemos deleitado. Compré La Chica de Los Planetas el 26 de noviembre de 2014 a las seis y cuarenta y dos de la tarde antes de tomarme un par de gintonics en el Sur, donde alcancé cuarenta y ocho páginas de lectura. Parece una tontería, pero no sé el motivo por el que se me quedan ciertas fechas en la memoria. Le pregunté a Alfonso Martínez, la persona que me vendió el libro, si había llegado. Y había llegado. Acabo de terminar La chica de Los Planetas un diecinueve de abril, y no había visto nunca la cúpula de San Francisco el Grande, ni la estatua de Calderón en la plaza de Santa Ana, ni el parque Europa de Torrejón con su puente de Londres, ni un montón de sitios que Holden Centeno nos pone en la retina con La chica de Los Planetas. Cada uno tiene su particular chica planetaria, sus momentos de lucidez, su Nacho y su Pilar, su Andalucía y su salmorejo, y sus aceitunas rellenas. Y zumo de su corazón. Si. Zumo citado por Jota en Señora de las alturas. Puta canción que te hace trizas cuando estás deambulando entre sábanas y cuándo se te cae el mundo encima. Pero no te cansas de escucharla. Y Vampire Weeken, y dudar entre Leiva y Rubén Pozo, y escuchar Radio Clásica camino de Cariño, y gozar y sufrir con El hombre que casi conoció a Michi Panero, y tener desamor en las venas. Mucho desamor, porque La chica de Los Planetas también es desamor y golpes de estado, es sufrimiento y goce a la misma vez. Pero bendito (des)amor. Y todo lo demás.

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