jueves, 28 de noviembre de 2019

SIDI

No. No estamos hablando del sindicato. No. SIDI. Hablamos del último libro de Pérez-Reverte, al que le hemos metido el colmillo entre viajes de autobús, 26A al 28, del 26B al 50. Sangre moruna y cristiana, pinchos morunos y pinchos de pollo. Y al final, tres pollos y varios corderos. Un poco de todo. Empieza SIDI con campanas en el suelo. Pero el personal, el moruno y no moruno (que somos minoría en el 26, en el 28, en el 50) te mira raro cuando cierras el libro y empiezas a buscar en el diccionario del teléfono palabras como ruana, aceifa, aljufa, agorbe, arpillera, brocal, arzón, almófar, zalá, venablo, loriga, belmez, vivac, aljubas, y vuelves a buscar morabíes, agareno, jacerina, ruano, costaneras, añafiles... Y sigues buscando palabras, palabros, palabres... Y piensas en pan de 3 días y vino aguado y olor a sudor. Así era aquella época. Pero en fin. El libro hubiera quedado mejor con la mitad de páginas, sobre todo con las primeras cien que se hacen un poco largas (¿o eran los frenazos del autobús?). Y empezar a recordar a la profesora Martínez Carrillo hablando de que andaba por tierras buscando Santa Gadea... y era Santa Águeda. ¿Fue así? Y esas mesnadas, con familias y parientes lejanos, con dos sobrinos de SIDI a su lado, y medio pueblo detrás. Medio Vivar. Y el destierro, y recordar las batallas estudiadas en los manuales y en las oposiciones (he escrito durante años convencido que era Golpereja y no Golpejera). De la de Llantada no me acuerdo. Y creerte moro, con tus cuatro mujeres. ¿Somos más de poliginia o poligamia? Cuestiones, dudas, preguntas, observaciones. Siempre. Y medir el tiempo en credos, en oraciones, en llantos, en gallos y madrugadas con luna o sin ella. Está bien SIDI conforme van pasando páginas, y vas contando semáforos, y puentes del Segura a su paso por Murcia. O no. Y los burgueses de Agorbe pagando a los sididianos para que acaben con los moros fronterizos. Y las luchas entre hermanos, da igual la religión y el color de la piel, la latitud o la parte de la Biblia o del Corán que nos interese. Igual, lo mismo pelean Sancho y Alfonso que Mundir y Mutamán. Y el recuerdo de Sofía Loren... digo, de Jimena, y de las niñas, y de todo lo demás. Hasta Berengueres Ramones andan sueltos por SIDI, y Tizonas y caballos varios como Babieca, Cenceño y Persevane, y parias, y extraños compañeros de batallas, y hermanas viudas de reyes que te hacen subir el ánimo, y el sitio de Zamora y Dolfos que golfean, y San Pedro de Cardeña en el recuerdo, y la batalla de Cabra (otra de la que no tenía ni idea). SIDI requiere consultar muchos datos de aquel siglo XI que parecía o no quería morir. Pero murió, como todos, con pestazo a mierda, sangre y meados (mejor eso que oler a quimio, a lejía de hospital, a suero y a mirada de auxiliar borde que te limpia el culo). De todo ahí en el Infierno, y el infierno es una cosa muy personal. Siempre. Y la tierra fronteriza, que no del Fornite o fornitera, siempre peligrosa (aunque dicen los entendidos en la materia que la fornitera también se pone tibia a veces. Muchas veces. Y huir, y volver a huir, y huir mil veces como si Luis Aragonés te dijera que hay que huir. Y esas conversaciones mezclando latín, castellano, franco, árabe. Franco. Sí. Porque a los ramonberenguianos o berengueramonianos APR los llama francos, que es lo que son. Visca Francia lliure de catalanes. O lo que sea. Al final, los libros son interpretaciones de hechos, y jugadas mentales que nos hacemos y nos sirven para distraernos cuando un autobús se para en 17 semáforos en un trayecto de cuatro kilómetros. No está mal SIDI. No. Y las vías romanas como autopistas hacia la guerra. Y las etiquetas que en el pasado recibió Rodrigo, llamado perro enemigo, y el infame, y el maldito, y azote de los creyentes. ¿Qué creyentes? ¿Qué paganos? ¿Qué herejes? Todo es mentira. Todo. Y haciendo un deeme, el prestamista de turno, esperando resultados óptimos no vaya a ser que fuera señalado, como siempre. Siempre en el alambre, siempre la estrella de David pendiente de otras sectas peligrosas. Ya se acerca el festival del Segura sobre ellas, muy pronto. Al tiempo. Y ya tenemos latiguillo que sumar: al ya clásico "me cago en los muertos de Napoleón" hay que añadir el "me cago en los hijos de Witiza". Siempre hay un Rodrigo y un hijo al que recordar, pero nunca que te llamen hijo de cobarde. Nunca. Y no renunciar a las ideas, y ser fiel a uno mismo. Lo demás, a tomar viento. Y tener envidia de poder crucificar a los hijos de Satanás tras una batalla, con un hijo de perra a la dercha y un hijo de cerda a la siniestra. Y todo lo demás, también.