domingo, 8 de noviembre de 2020

Gambito de dama. Primera temporada.

Los 60's, orfanatos, suicidios, pastillitas de colores, una blancucha y una negrata (perdón, Biden, y perdón a la nueva vicepresidenta, y perdón a sus orígenes, y perdón por existir). La excusa está bien para ver que muchos de los geniecillos locos del ajedrez, cual profesor enfrascado en materias varias, puede terminar majareta total, mirando a Cuenca, exaltando adicciones y buscando agua en un desierto de soledad. Porque Gambito de dama reflexiona sobre una soledad taciturna, equivocada, (mal)encarada y frustrante. No hay nada nuevo bajo el sol. ¿Acaso veíamos la lucha Karpov Vs Kasparov como normal? ¿Hay alguno que no está como un jodido cencerro? En ese encierro personal de los ajedrecistas (y de les ajedrecistes, que también habrá hermafroditismo en este manicomio), el pensamiento único lleva a una demencia claustrofóbica, a una sucesión de errores que muchas veces llevó a muchos al Luis Valenciano y al Román Alberca de turno. ¿Ombliguismo? ¿Necedad? ¿Presión? ¿Dolor de muelas? Un poco de todo. Una buena ilustración visual para un tema no siempre bien entendido: los geniecillos tienen defectos. Muchos defectos.

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