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jueves, 1 de junio de 2023
El affaire Arnolfini
El affaire Arnolfini nos lleva a hacernos muchas preguntas porque “nos gustan el ilusionismo y los juegos de magia”. El cuadro de Jan van Eyck es analizado por Jean-Philippe Postel o, mejor dicho, interpretado desde perspectivas que llevan al que lee a contemplarlo “en la situación que se encuentra el lector de una novela policíaca a la que le faltase el último capítulo”. Añade Jean-Philippe Postel las palabras “enigmático, extraordinariamente bello, sin precedente en la historia de la pintura”. El affaire Arnolfini va de viajes y tablas, de fechas y comparaciones, de imágenes que van más allá de una retina y de una lupa, y va de supervivencia porque el cuadro “escapó al furor iconoclasta de los calvinistas”. Esos 84,5 por 62,5 centímetors de tabla de roble pintada al óleo habla lo que está y no está, de santos de cornudos (San Arnulfo) y de rumores que no se pueden verificar, de padres putativos que no dejan a sus esposas y de animales que una vez aluden a la felicidad conyugal y otras a la lujuria, de espejos convexos y de imágenes que se quedan grabadas y ya nunca se verán igual: “Van Eyck reproduce en él la alcoba con una minuciosidad de miniaturista y una exactitud de geómetra, que alcanzará su grado máximo en el reflejo del paisaje que se ve por la ventana”. Y entre esos “detalles milimétricos”, entre ese “espejo de enigmas” (habla Jean-Philippe Postel de “ilusión, simulacro, visión, apariencia”) mete a Dante y al purgatorio, a la Iglesia y a las velas que lucen de día, a medallones con escenas de Cristo y velas consumidas, a Cristo muerto y a Cristo vivo, a chancos y citas del Éxodo que nos hacen quitarnos las sandalias en lugar sagrado. Seamos partidarios de la teoría que sea, aquí el autor nos lleva a su terreno, a su idea, a ritos y días de cerezas de una primavera o de un verano, a un mediodía entre las diez y las dos, a un día de frío como esos mayos finales que nos sorprenden con lluvias todos los días. O momentos de preparto, de sillas con respaldo que preparan para lo que hay que asumir, de maternidades próximas o de muertes recientes que nos llevan a “la prosaica realidad de las cosas”. Un librito que nos hace ponernos siempre a favor de la fábula, porque “el doble sentido es el motor del cuadro, lo que le confiere su maravillosa y paradójica unidad”.
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