jueves, 4 de enero de 2024

El ojete pelao

Le he puesto alguna pega al amigo Jesús por El ojete pelao (alguna tilde, alguna ausencia numérica). Por lo demás, hay que valorar el esfuerzo y el que trabajo que hace para publicar tan bien (y encima, con tanta frecuencia), sus tebeos. Aparte de la identificación momentánea que tengo con el protagonista en su visita barística (“con lo que yo he sido”, “¿Será posible? Ya ni desfogarse uno un ratico puede”), me gusta ese tema central del cómic: el ascenso, caída y resurrección del héroe. Pero es que todos tenemos mucho ego, aunque no lo reconozcamos en público o, directamente, nos esforcemos en esconderlo. El ojete pelao pasa por lo que pasamos todos: “Quizá me creí un ser superior por tener un don”. Ponga en don, o sustituya, la palabra que quiera, o el verbo que más utilice, o la virtud de la que se sienta más orgulloso. Y apostilla Jesús, o El ojete pelao, o cualquiera de nosotros: “Pero siendo estrictamente sinceros: ¿Qué artista no se cree de alguna manera singularmente esencial?”. Aunque el mago Ceferino no le da migas a EOP, siempre salimos de página por muchos secuaces del mal con los que nos enfrentemos. Estilísticamente, me gusta el contraste de colores en los juegos de páginas y, más aún, el doble juego en los textos (“aahh, este es el fin, acorralado contra el borde de una viñeta”). Para los que tenemos poquísimo tiempo para la lectura, se agradece el ritmo y la brevedad (no digo el número de páginas, que es demasiado explícito). Yo hubiese dado otra respuesta a esa fotográfica pregunta del “¿Y a mí que?”, pero parece ser que existen las segundas oportunidades, el perdón y las reconciliaciones (ahí, justo ahí, sobró un poquito de azúcar moreno, Jesús con tilde). Quizás no siempre prestamos la suficiente atención a las moralinas que viven en color (“por más desesperados que os encontréis, no perdáis la esperanza, porque siempre hay un caminico oculto entre las matorrales por el que seguir adelante”), pero siempre vienen bien las revoluciones en colores. Un buen trabajo el de Jesús, es creador sin tildes en sus apellidos.

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