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viernes, 11 de abril de 2025
No Man's Land. Segunda temporada.
De Tejas (siempre con jota, pijo), a Siria. O da igual el sitio. O no. Cuando pasan tantos años entre temporada televisiva y temporada televisiva, casi que no te acuerdas de nada. O no te acuerdas de nada. No hace falta que sea de una serie. O de una vida. Mucho tiempo después. Por lo que se empieza de cero, como se empieza a mirar de nuevo a unos ojos que se conocen, o se creen reconocer. No Man’s Land vuelve al disparo y la trinchera, a la huida y la desesperación, al escombro y la puerta que, tras los ladrillos disparados, esconde algo parecido a la seguridad de una vieja casa. Hágase querer por una fachada, porque hasta en el peor de los escombros siempre hay restos de la mejor de las fachadas (¿o era al revés?). Viva la caridad. ¿De verdad los mártires no mueren? ¿Seguro? ¿Entonces el martirio? ¿Martirio? ¿Videollamadas? ¿Animales queridos? Viajes a Erbil o a ninguna parte: “Es todo un enigma”. ¿Y qué pijo no es un enigma? Siempre hay un perfil que se quiebra, un futuro roto, un gilipollas que se queda a medio camino de ser gilipollas completo: “Dicen que es un crío de Minnesota, inadaptado en la escuela, antecedentes de robos, prisión, decepción por quedarse a las puertas del sueño americano, entra en escena una mezquita…”. Suena a chiste. Pero no es un chiste. Sobre todo cuando disparan en el cráneo, uno a uno, de rodillas. Ríase usted de lo que nos viene, que es solo el principio. Y nada como vender a las personas como ganado para creer que eres ganado, nada como ver la realidad para sentir la realidad. Pero aquí estábamos subvencionando pasteles de carne y fiestas el 30 de marzo, porque es lo que toca, no podemos luchar contra el sistema, porque el sistema no existe. Y la traición siempre acaba mal, aunque traiciones al demonio. Sumisión, sumisión, sumisión. Y tiene que ser una blanquita de las mías (entre el blanco y más blanco) la que le dice a otra, que no es tan blanquita pero mentalmente es un cero a la izquierda (allá por el minuto 43 del quinto capítulo 9 )que no, que no: “No hay escapatoria”. De esos pájaros, no hay cielos de los que huir, con o sin máscaras, con o sin lista de nombres, con o sin indicación. Aunque se parece, por momentos, mucho a The State, vemos que no hay salida. Nunca. Por más que los ayuntamientos españoles financien lo infinanciable (que lo hace, con o sin entierros sardineros de por medio [lo otro, lo dejamos para el año que viene le decía este primero de abril, día de la victoria, el chico de los zapatos limpios DA al jefe sardina], estamos perdidos. Cada día me dan más miedo los personajes que pueden engañar. O los que pueden engañar a las de mi sangre, que de todo hay en la viña del desierto, de los camellos, de camino a Calatañazor o dónde sea que estén las vértebras almanzorianas (eso lo decía EHDLCV, las vértebras almanzorianas). Al final, todo se resume en lo mismo: ocultar, odiar, matar, tiros en la cabeza, porque la palabra cráneo ya no se entiende sin el martes de carnaval (del lunes, ese antiguo lunes, ya nadie se acuerda). Hágase querer por una foto, por una foto de un periodista, por la fotografía de un periodista fuera de lugar, por un lugar olvidado de la mano de esos dioses que nos vuelven a enseñar (nada como una catequesis para una manta encima de una persona que no llega ni a vasija ni a engendradora de personas ni a ser ni a nada). Nada de nada: “Será una lucha larga y dolorosa, pero no hay alternativa. Las bajas serán muchas, pero cada victoria nos lleva al día siguiente. El infierno existe a unas pocas horas de vuelo de casa. Hacer oídos sordos a la gente afectada por la guerra ya no es una opción. Aunque Occidente haya elegido ser neutral, para mí es imposible. Sé que el sufrimiento llega de muchas formas, pero también la redención”. Pero siempre habrá zanahorias que se pasen al lado oscuro, que una pena lo transforma todo en horror. En el peor de los horrores. Un buen ejercicio de reflexión esta segunda temporada de No Man’s Land.
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