sábado, 2 de agosto de 2025

Ballard. Primera temporada.

“Después del Apocalipsis sólo quedarán las cucarachas y las series de polis”. Esta frase, con ruidos de perros de fondo con el capítulo 9 de la primera temporada de Ballard resume la pasión por lo bien hecho. El nivel de Bosch y el postBosch era tan alto que cualquier desliz en Ballard haría fácil la crítica. Pero en Ballard no hay deslices. Hay buenos casos, personajes bien construidos y las reminiscencias necesarias para mezclar sangre joven y nostalgia. Y mete en la coctelera, aunque sin jazz, las novedades tecnológicas (“La IA nos quitará el curro y nos matará en la cama”) y el recuerdo presente de que siempre “alguien tiene que vigilar a los vigilantes”. Aunque la proteína en polvo en un pupitre no da la inmortalidad, en las pesas está la venganza, o la postvenganza. Como si una clase de Historia fuera, Ballard y Bosch nos repiten desde el primer capítulo al décimo, que “el pasado está presente, pero si a nadie le importa cómo para indagar en él, se queda enterrado”. Pese al alto nivel exhibido, todo es mentira, porque “las cosas tal como eran ya no existen”. Fantasmas, personas que son humilladas sin motivo y cubrirse las espaldas, porque “un tigre no puede cambiar sus rayas”. En definitiva, un buen artefacto que, aunque no es perfecto, deja un personaje como Ballard que da mucho juego aunque no encuentre la ola perfecta, pero que, como Darby Shaw, roza la perfección.

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