Havoc.

Los hijos de la gente guapa se aburren. Muchísimo. Una bestialidad. Una barbaridad. Y cuando un tipo con dinero se aburre, la caga. Acaba cagándola por completo. Eso cuenta Hovac. 75 minutos que pasan rapidísimos. Las niñas no quieren seguir el patrón, y se quieren hacer raperas. Y todo lo demás. Las moralejas no valen cuando bajas a la parte este de Los Ángeles.  La única voz autorizada que he oído varias veces, la de Daimiel y Montes, que siempre cuentan que en la ciudad angelina, todo está muy lejos de todo. Y la gente procura no ir andando. Peligro, peligro cuando abandonas el downtown. ¿Y dónde no? Mitad reflexión moral, mitad experimento documental, porcentaje ínfimo de ficción. Todo es real en el siglo XXI: la soledad, las drogas, la desesperación, las familias desestructuradas, el olvido generalizado, las aventuras, las peleas, los sueños inventados. Crear sueños es imposible si no hay neuronas. Y las neuronas no se compran con dinero. Con dinero se compran abogados y ataúdes. Lo demás son milongas, caos y desesperación. Merecen la pena estos 75 minutos. Porque todo no son documentales, concursos y telediarios. También hay mucho muerto en vida y con la cartera llena.