Hace 57 minutos
miércoles, 9 de abril de 2014
En Bayona, bajo los porches
Ya me he referido por aquí a Miguel Sanchéz-Ostiz gracias a la Las pirañas, y, posteriormente, por La gran ilusión. Ahora, después de un tiempo de espera entre 9 cedés de los Beatles, y Ocean Colour Scene, y músicas varias, he terminado En Bayona, bajo los porches. Investigaciones sobre Guerras carlistas y los sucesos de Montejurra del año 1976. A primera lectura, suena a música celestial. Después de 4 años de licenciatura, las guerras del Carlismo se trataron muy por encima, únicamente como pleito dinástico (estudiadas hasta la saciedad para las oposiciones de Secundaria, y ahí seguimos) y de los sucesos de Montejurra, nada de nada pese a que empecé la carrera solo veinte años después del despropósito orquestado desde los Madriles para quitar/apartar/liquidar lo que quedaba del Carlismo, o de la confusión imperante. Pero eso, como he dicho, es a primera lectura, porque En Bayona, bajo los porches son muchos asuntos. La colateralidad y todos esos palabras, esas "rebabas" que dice el autor en más de una ocasión. ¿Por qué estos tres libros de Sánchez-Ostiz? Pues no lo sé, pero desde que empecé Las pirañas, me recordaba, en cierto modo, al Maestro de Gramática, al gran José Perona y sus Espejos de una biblioteca. O tal vez no, no lo sé. Pero me gusta esa frase de "manera novelesca de ver la vida". Y me gusta el modo de empezar la novela, con los papeles de Labairu, y el modo en que habla de lo que pertenece y no a una herencia, y de lo que se pierde por el camino, esos papeles que crees tuyo y que no lo son, y la bruma que engloba todo el texto. No es fácil hablar de ciertos asuntos en nuestro país. Algún que otro profesor mío de la facultad, hoy metido de lleno (bueno, digamos que hasta arriba de mierda en el asunto de una de las extintas Cajas de ahorro) hablaba despectivamente de otros compañeros suyos del departamento que habían dado durante el franquismo "Prehistoria, Edad Moderna o lo que hubiera falta". ¿Y por que no hablaban los secuaces de la gaviota de su enchufismo? ¿Y antes los chicos de Felipe y el colladismo? Pues eso, todos callan porque todos vienen de ser hijos de militares o políticos franquistas. A lo que iba, que me gusta ese inicio en el que se ve que en este país todo vale. Cuando recordamos a los parientes y la guerra civil, y luego la sombra franquista, parece que hace mucho pero resulta que fue anteayer. Como Labairu con Falange de Navarra o mi abuelo contándome la historia del que se dormía con él y había que despertarlo. Te toca en su sitio y apechugas, y luego, como a mi abuelo, se lo llevan por vender harina y tiene que ir, tiene narices, un cura franquista a pedir que lo saquen del cuartelillo. Me vuelvo a alejar de la novela. Lo que el protagonista busca son los orígenes de Tristán de Barraute y sus idas y venidas por la Europa de los caminos peligrosos y la Venecia más particular del mundo, que al final todo tiene una relación. Y me gusta como se incorporan personajes que van dando información, como Martín Aguirre, o el recuerdo de Juan Miguel Arróniz y como la soledad nos lleva a vivir de una forma determinada, y de lo que conlleva, de "los estragos". El libro se refiere a como los políticos, los del XIX y el XX, hasta el gobierno de Aznar, han tratado los asuntos. Ahora que el hijo de Suárez no deja a su padre ni en la tumba, todo es comprensible. Y con Martín Aguirre, ese personaje presente hasta el final, empiezan a salir nombres de grupos, facciones, partidos y diversos juguetes de otros de los que, otra vez, nunca nos hablaron durante la licenciatura en Historia que coincidía con el primer gobierno aznarista: Grupos de Accion Carlista, EKA, HOAC, Zutik, GAC, GOSSI . Y con Martín Aguirre recuerdo lo que contaba mi abuelo, lo del tipo del sueño, y que todos se merecían su biografía escrita y publicada. O tal vez, no. Nunca se sabe. Y me gusta eso de que la Humanidad embriagada hubiese sido mucho más placentera. Infinitamente. Y también empiezan las referencias explícitas a Montejurra y lo acontecido el 9 mayo del año 1976, y las referencias a Carlos Hugo de Brobón Parma, y a Sixto, y a las fotos de rigor, y a las palabras de Victoria Prego en TVE y de tantos recuerdos para aquella generación de la jodida transición. Mientras leía el libro le pregunté a mi padre si él era carlista. Me dijo que lo había sido pero ya no lo era. Ya no como cosa del pasado. Que tenía libros pero no sabía donde. Que había tenido una foto de Irene de Holanda, nada menos. De Irene de Holanda. Pero todo muy brumoso, como ocurre ahora en el reino valcarcil, a pesar de que, tras 19 años, el líder espiritual del reino de Tudmir se marcha a Bruselas. Sobre el asunto Montejurra, lo bueno y lo malo, es que se sepan muchos nombres y muchos de ellos reconocibles en las fotografías. O casi siempre reconocibles. Y lo de la amnistía del año 1977, el de la buena cosecha, el de la única cosecha que se salva del XX, de traca. Como otros tantos asuntos de arcabuz de la transición con minúsculas. Habla el autor de un pasado histórico de justificaciones, melancolías, nostalgias y de un paraíso perdido sin remedio. Como casi todo, pero debería ser labor de los HISTORIADORES con mayúsculas que los asuntos no se olviden. Digo yo. Otro de esos asuntos en los que en la licenciatura ni escuchamos hablar fue el de la Nueva Fenicia. Ni más ni menos. Para que hablar de ello cuando cada profesor tiene que recomendar su manual y el de sus secuaces. No han pasado ni 20 año y me parece todo utópico. Y es lo que es, como dice el autor, "lo que diga el amo del cotarro". En fin, que pasan años pero siguen los mismos en el poder. O casi los mismos. Y luego están los verdugos, los que disparan y los que están en el tendido, y los que están en la sombra y los que de siempre. Como en el caso de Montejurra 76, en los Madriles, con Arias el llorón, y Suárez, y todos los que pensaban que heredarían algo más que su puesto. Recuerdo que en unas charlas organizadas por el Consejo Local de la Juventud, a las que me invitaron más de una vez en el curso 2007-2008, asistí a la de Fraga y, ante mi estupidez taciturna, en el turno de preguntas, le requerí sobre el tema de la sucesión del príncipe de Asturias, de la Constitución del 78 como perpetrador que era y de todo un poco. Me largó un rollo de casi 10 minutos sin contestarme a nada, y mientras yo, al fondo del salón del hotel le decía a mis compañeros de café que no me contestaba a lo que yo preguntaba su asistente personal me lanzó una mirada de las que no se olvidan y cerré mi boca al instante. De esa gente, del Franquismo que heredó todo en la "democracia", mejor no preguntar, mejor no acercar mucho. Al hilo de esos cafés, me gusta también la reflexión acerca del Juez Gómez de Liaño y de como el enfrentamiento a ciertos poderes, a estas alturas del partido, era imposible de ganar. Y tirando de esa madeja de hilos, en otra de esas tardes de cafés, le pregunté al juez Grande-Marlaska, al que yo tenía como una de las grandes esperanzas y ha acabado en decepción como una canción de Airbag, por el tema de Pinochet y cómo se le pudo meter mano y no se hizo, pero si había españoles que se largaban impunes a América, y me dijo que el tema de la justicia universal era muy complejo. Pero eso es otra historia, y los verdugos, caminos insospechados. Reflexiones varias las del libro, como la de no tener las manos atadas y tener, dentro de lo posible, la capacidad de ir/huir. Y leer que hubo colaboracionistas vascos con los nazis, algo que roza lo inimaginable. Otra de las conclusiones que saco del libro es que sabemos muy poquito, algo superficial de casi todo. El Maestro de Gramática, allá por los 90's, lo decía en más de uno de sus artículos, que entráramos a las clases de otras licenciaturas y nos diésemos cuenta de lo que sabíamos. Y que la Historia cada uno la recuerda, cada uno la escribe, cada uno la pone en el PCPI de turno, como le conviene y como a su jefe quiera que le suene. O algo parecido. Todos hemos tenido panfletos en nuestras manos más de una vez. O miles de veces, dependiendo de la capacidad de asimilar lo propio o lo ajeno. Como me decía el hombre de la camisa verde recordando como en el pueblo quemaron los archivos del PCE la noche del 23-F en Villa Desmadre, "la democracia no existe, lo único que hay es miedo". Por todo eso me queda un buen color de retina después de leer En Bayona, bajo los porches. Primero por recordar esa suma de guerras, historias personales y vidas que se cruzaron en las guerras carlistas y en Montejurra 76. Y lo que queda de todo aquello, y como se ha instrumentalizado, y de donde acabaron muchos de sus protagonistas y de como se olvidan las siglas con la casa de lujo y las putas de lujo. Y todo lo demás.
Coda: Y otro día habrá que hacer tiempo para recordar los Sanfermines del 78.
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