miércoles, 23 de julio de 2014

Los golfos y sus simpatías

Le temblaba hasta el alma. Intentó coger la campanilla de la consagración, pero no estaban las manos para bromas. El político parecía simpático. Parecía, pensó más. Menudo gañán. Menudo golfo. Menudo cabronazo. Menudo sinvergüenza. Menudo era, pero había ascendido. Los principios y los ascensos y todo lo demás. Nada de hipotecar el futuro político, que para eso ya estaban las cajas desaparecidas y pagadas por todos. Por cada uno de nosotros. La costumbre es lo que tiene: al final te haces a ella como a la colonia barata. Es lo que tiene el burdel político: todas las putas son inocentes y ninguna le pegó nada a nadie. Todo concejal, todo diputado, todo senador: inocentes aunque se demuestre lo contrario. Siempre inocentes. De los méritos de los concejales de urbanismo y de los jefes de urbanismo, mejor no escribir mucho que la tecla hosca se puede disparar y no acabar. Y tanto infinitivo, acabando frases, era peligroso.

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