martes, 26 de agosto de 2014

Definitely Maybe. Veinte años después.

Mientras me enfrascaba en limpiezas imposibles durante horas el viernes pasado en la residencia catastral, Virginia Díaz nos recordaba en un especial de 180 grados de Radio 3 que se han cumplido veinte años del Definitely Maybe de Oasis. 20. Ni más ni menos. Hasta la Mona Lisa envejece que dicen en El Club de la lucha. La sola portada de ese disco es mítica. Vasos vacíos, vasos medio llenos, el inútil viendo la tele, Noel guitarra en mano en el sofá, Liam vacilando boca arriba en mitad del salón, vino y más vino. Todo muy familiar, lucha fraternal que pasaba de la admiración al desacato casi judicial. Estas sintonías, las del Definitely Maybe, copiadas sin el más mínimo reparo desde Magnum a himnos harrisonianos, son jodidos himnos. Esa imagen de portada es una declaración de intenciones al más puro estilo O'Neal en palabras de Montes referidos al artículo 34: "hago lo que quiero, como quiero, dónde quiero y cómo me da la gana". Lo de siempre. Y encima, en mitad de la lluvia del 94 no eran del United, eran del City y se jactaban de ello luciendo camiseta azul en algún video. ¿Recuperar lo mejor y lo peor de finales de los sesentas y primeros de los setentas? Puede ser. ¿Mucha copia? Quizás. Declaraciones de amor en mitad de la desesperación. A lo mejor se pasan con la didáctica en unos años en los que el grunge se desengraba. Quizás. Demasiado retrodinamismo beatle, demasiado stone para el 94. Quizás. Pero la neurosis seguía así y la atmósfera, y la lluvia del otrora Ma(d)chester necesitaba pop. Pintas de grupo de instituto. Quizás. Futbolistas olvidados. Belleza sonora con más o menos prejuicios. Fragilidad al poder. Quizás. Pero la épica se encuentra en cada uno de los estribillos, vivamos o no para siempre, encontrando adversidad a cada vuelta de esquina en la que los perros dejan su líquida huella. Los chubasqueros de la venta del alma no son suficiente. Esos ecos del Definitely Maybe son los que encontramos en el pop británico de todas las épocas. Sí, estaban aquí, pero había que recordarlos, darle nueva/vieja/copiada forma. Pero había que darle la jodida forma. Lo que vino después no importa. ¿Quién no haría lo mismo en su lugar? Recordando Aforismos de Fagus, únicamente temía o le asustaba la conciencia de sus jueces. ¿Quiénes somos para juzgar obras maestras? Busquemos, como don José Ortega y Gasset, valores atemporales. Y el Definitely Maybe es uno de ellos. Y punto.

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